lunes, 15 de julio de 2013

Selección de poemas de Dionisia García. Dossier Dionisia García: Señales de una escritura poética luminosa/14




                                       TRECE POEMAS DE DIONISIA GARCÍA                 

Con esta entrega, la catorce, del dossier dedicado a la Dionisia García, nos despedimos en en este blog hasta septiembre. Hemos pedido a la poeta una breve antología de su obra poética, que amablemente ella nos ha enviado: trece poemas, que jalonan su obra publicada, en los que se incluye un texto inédito, junto con unas notas a modo de poética: Oficio de escribir. Confiamos que nuestros lectores se animen a la lectura, en la revista Ágora, del conjunto del dossier, en el que han colaborado más de treinta autores. 



SELECCIÓN DE POEMAS DE DIONISIA GARCÍA

(1)
                                 de  El vaho en los espejos (1976)


HABRÁ LILAS

Tiemblo
al pensar que, algún día,
ya no veré las lilas de los huertos
y no oleré la tierra
en caricia que esponja
ni cruzaré palabras
en mañanas de sol o niebla,
hermosas e incitantes.

He visto a mis amigos;
he sentido deseos de besarlos,
de poseer su aliento,
porque más tarde no habrá besos de ahora.

No me gusta creer
que las lilas perderán su existencia
tras los velos de la noche.
Han de existir,
porque también ignoro
si, en alguna parte o cerca,
hay presencias
que no palpo
y fueron siempre.
         

(2)

                                                 de   Antífonas (1978)

SHAKESPEARE NO TUVO BICICLETA

Fue peatón de amores en Stratford,
Shakespeare no tuvo bicicleta;
levantó remolinos de tierra
en ardiente alegría
hasta cubrir distancias
y llegar a la casa
de Ana Hathaway,
que esperaba, y ofrecía el abrazo
a su fiel peregrino.
Ahora, los muchachos,
los amantes de Stratford,
van buscando en la ruta,
pero ya no hay señales:
fueron borradas por tantas bicicletas
que sólo el aire guarda
intactos los recuerdos,
palpitaciones vivas
del corazón de un joven.


(3)

                                                 de Mnmosine (1981)

MAR VIOLETA
Aquella mar violeta que Homero percibió,
¿es este mismo mar que admiraos ahora?
Sobre lechos de espuma, una franja encendida
agolpa el horizonte y traspasa los barcos.


Hemos adormecido en el manso presente,
una frágil verdad que esconde lo tangible,
y es el eco del mar, en alboroto hundido,
el que nos hace ocasos desde su firme adentro.

Espectáculo mudo anega las miradas,
las épocas remansan en un vaivén quebrado,
borrando al regresar las huellas de los ojos.

No quiero ser tortura, negaciones y llanto;
mientras nos entregamos al mar y a los colores,
me invade el sufrimiento de las cosas que acaban,
al no poder sentir esta misma hermosura
fuera de los recuerdos, que surgen ya pasado.

Otra vez el otoño trae una cinta de mar,
una advertencia intacta en los matices nuevos.

Fugaces pasajeros, abrazos de inquietud:
¿quién podrá comprender la permanente dicha,
el beso singular de la cosmogonía?


(4)
                                              
                                                 de  Voz perpetua (1982)
 PADRE
Cuántos días, cuántos caminos
brotaron de ternura
sin el abrazo apenas;
qué tropel de recuerdos,
qué reguero de vida,
qué mar de comprensiones
en el fuego amagado del recuerdo.


Estás ahí,
juntaremos cercano nuestros sitios;
la eternidad se está esenciando ahora:
la esencias tú sin angustia de tiempo.

Hecho de fuerte enebro,
materia milenaria
donde lo frágil tuerce su sonrisa;
acaeces en las mañanas frías,
en las noches inmensas
con olores de hierba
y pureza de aire;
las palabras recaen reverdecidas:
son concretas y nuevas.


Tenue brisa de rocío apretado,
amanecer tranquilo,
siempre estarás
abriendo las ventanas,
cargado de proyectos,
sin limitar espacios;
cabeza bendecida
por una nube blanca,
tranquilo declinar,
como el oro maduro de la espiga.



(5)

                               de  Interludio (de las palabras y los días) (1987)


 EL PATIO
No hallé jardines amparando la casa,
sí tiestos de geranios
en el patio blanquísimo,
y del evónimo el centenario tronco,
junto al rosal y fino jazminero.


Brillante el enlosado donde sin brío
mi niñez saltaba malhumorada y triste.

Placidez en el rostro, se dejaba entretener mi padre
por aquellas caricias vegetales,
tímido ensanche en edad confinada.

Correr de los años
asomados al aire del patio,
escenario de vivos pormenores,
siempre fugaz el paso de fortuna.



(6)

                                       de  Diario abierto (1989)


AQUELLAS NOCHES
Cuando en el automóvil paso las avenidas,
farolas y semáforos entrecruzan colores
evocando las fiestas pueblerinas, jolgorio
de unos años que ya parecen sueños.

Aquellas noches de brillos y cinturas,
por la gracia del baile y el resplandor de los rostros,
han salido al encuentro en los días de hoy, no desdeñados,
porque vivir es siempre una alegría, un don del cielo
al que a veces acude la desdicha,
pero también la luz convive con las sombras,
y una sonrisa rompe el más amargo gesto.


(7)

                                     de  Las palabras lo saben (1993)

xxxv
Los besos,
tantos ya, tan desiguales
por la ronca voz del tiempo;
la costumbre, y los labios,
de madera a veces,
otras fruto.
                    Porque el amor no pasa;
sí se torna afilado,
también sereno,
al quedarse más solo.
No tiene igual tu rostro
de las tardes:
la plaza se hace luces
por un instante;
parece que me esperas
de algún viaje
tras unas horas separados.
Después paseamos despacio,
compramos pan de avena
y las revistas,
tras detenernos
en los escaparates.
La humedad va filtrándose
a través de las ropas,
pero mayor el goce
de caminar por solitarias calles.


(8)

                                          de  Lugares de paso (1999)


ALVARADO
Quién pudiera dormir sin haber sido,
sin llevar a la noche tantas escenas muertas
que tornan nuestros sueños infelices.
Entre las limpias sábanas, el cuerpo se distiende.
Previa la oscuridad, donde se alojan
momentos y lugares, nos poseen y rompen
todas las armonías.

Esta noche de julio es Alvarado,
habitante del Bronx, quien me visita
con su angustia de una muerte temprana.
Viene, se posesiona, y punza su estilete.

Deja el lecho de ser albergue grato,
sólo desasosiego hasta el amanecer,
cuando Alvarado huye, se aleja entre la niebla,
hacia el rincón que ocupa en el recuerdo
de aquel lejano viaje.


(9)

                                         de  Aun a oscuras (2001)


EN VOZ BAJA
Me acerco a tu decir
con el deseo siempre renovado,
desde la tenue luz
de una lejana lámpara.
Vuelvo y vuelvo con mis propias respuestas,
y confundida quedo
porque no sé de mí
y aspiro a celebrar tu permanencia.

A veces me sorprendes cuando mis manos rozan
el espesor del trigo,
y el alba dice adiós a las estrellas últimas.


(10)

                                  de  El engaño de los días (2001)

ACONTECER
Pasar no es sólo ir hacia fatal destino,
es también darse cuenta
de la línea del sol en el muro encalado,
de atardeceres lentos en la ciudad que habitas.

Eres cuanto recuerdas,
sin dejar el momento presente y pasajero
que ha de instalarse luego en la memoria,
y acompañar, más tarde, hermoso y rutinario,
donde buscamos fieles las íntimas presencias:
aquella voz pausada de mi madre,
el brillo de tus ojos al decir que me amabas.

¿Todo es cierto y ha sido, o está siendo?
Sólo una luz oculta que, misteriosa, invita.


(11)

                                  de  El árbol (2007)


BÚSQUEDA DE UNAS HUELLAS
Guardaba huecos vanos una parte del tronco,
aquella más cercana al humo de la tierra.
El hombre a su cuidado quiso ver las carencias
como propio reflejo de su ya larga vida.
Detenido en el huerto, con éstas y otras cosas,
un rayo de sol fuerte abrillantaba el árbol,
y se sintió orgulloso por su trabajo fiel.
A la felicidad se unían aflicciones
de orfandades y ausencias con los ecos del luto.

Llegó el luciente mayo, y este hombre de Dios
cogería su hato para partir muy lejos.
No era buen viajero. Odiaba las esperas,
el danzar en el aire... Y los padecimientos
que conllevan los viajes, hasta los más gozosos.
Pero quería ver de dónde su progenie
para entenderse más siendo distinto.

Pidieron su apellido y datos personales;
el don de la paciencia como bien necesario
(cuando se sale al mundo que es también de los otros).
Y le reconocieron por su mirada glauca,
por cuanto los isleños tienen de fulgurante.

Al llegar a buen puerto, al cielo daba gracias
en la tierra tan viva, que besó con respeto.
Y disfrutó con júbilo su hallada identidad.

También vio un Caravaggio en San Giovanni.
¿Qué más puede pedir un mal viajero?
Malta, 1993

(12)

                                      de  Señales (2012)


SEGURIDADES
Dices que no hay respuestas,
que no has hallado aquello que buscabas.
Difícil es hacerse a la renuncia
de seguir apostando.
Con trabajo ganamos las mínimas verdades,
y nos vamos del mundo sin conocerlo apenas.
Te invade, sin embargo, esa melancolía
que traen los años últimos, cuando ya nada asombra
y vamos de regreso con cierto desencanto.
Habrás de conformarte, y contener tu orgullo
en los muchos obstáculos que conlleva la búsqueda.
Desconfía, no cedas mientras vivas.
A veces nos sorprende un bien que no imaginas,
e invade la conciencia de belleza y respeto.

Los días se detienen si te acercas
y quieres recibir lo natural que ofrecen.
Hoy esperan los bienes de la tarde
en el alto escenario de la plaza,
que colma el imafronte y su belleza.

Guarecido en la piedra, un músico sonríe.

Venturoso poder presenciar el instante,
y disfrutar con creces el milagro.
Posible que las horas te parezcan distintas,
y ayuden a templar nuestras limitaciones,
que no han de ser por ello motivo de tristeza,
más bien digna cordura en el empeño.


(13)
                                          poema inédito

OFICIO DE MIRAR
Abrir los ojos, ver aquello que otros vieron
es cuanto sé decir a tu joven edad.
No interrogues al cielo ni sufras porque ignoras.
Mirar es el encargo, y nuestra vida, breve.

Asómate a las aves, al mundo de los astros.
Nadie pudo abarcar tanto prodigio.
Del festín de las flores, ¿quién ha llegado al límite?
No dejemos atrás a los insectos con su armonía dulce,
ni árboles como hombres, que al mirarlos te miran.

Me asombra la insistencia de tus ojos
que ávidos interrogan, como si fuera fácil…

Dueña insegura soy de certezas posibles.
La belleza del mundo, su realidad palpable
me dice del secreto y despierta el impulso.
Aprecio tanto bien.
                                 Es mi mejor respuesta.

                                      

OFICIO DE ESCRIBIR


Escribir es un acto de amor, una manera de estar en la vida. Esa puede ser la causa primera y última de mi escritura. Sabemos que la dedicación requiere todo el tiempo, tiempo por el que pasamos y en él estamos inmersos. De ahí las alusiones a la temporalidad en aquello que hacemos.

Obviamente, la lectura ocupa un lugar paralelo a la escritura. De los libros decía Montaigne: «Es la mejor provisión que he encontrado en este viaje humano». He valorado, a lo largo del trayecto, algunos lectores anónimos que han querido indagar y saber más de un libro. Estos pasan a ser, con sus aportaciones, cómplices de lo escrito. Nuestro primer ejercicio mental conocido, quizá sea la lectura.

Poesía, narrativa, ensayo, aforismos, son géneros adecuados a la exigencia expresiva en tiempos distintos y, a veces, distantes. La mirada de quien escribe, la mía, es la misma, a pesar de las diferencias posibles en cuanto a expresión formal. El estilo puede estar implícito, junto a ese algo que identifica.

La creación se abastece de cuanto apreciamos, intuimos y vemos en nuestro entorno, también es una vía de conocimiento personal. Decimos, al escribir, de nuestras experiencias vitales, sin embargo, la vida es tan rica que es imposible captar todos los matices que posee, a través de la literatura, del arte…

En esta época nuestra vivimos un mundo complicado que puede desorientar, especialmente a los más jóvenes. Sabemos que el escritor, sobre todo el poeta, es selectivo, tiende a identificarse con lo más originario y permanente, mientras advierte que las etapas se suceden vertiginosas, sin el tránsito detenido que requiere el cambio.

Entre tanto, seguiré en lucha con las palabras, sin que cese el intento de comprender las variables de la vida, oscurecida sí; también luminosa y allegada en otros aspectos, que apoyan un vivir esperanzado, junto a la gratificación que supone el hecho de escritura, y la posibilidad de despertar interés o emocionar a quienes se acerquen a nuestros escritos. Poco sabemos de ellos, sí lo suficiente para correr el riesgo de mostrarlos. Natalia Ginzburg dejó escritas unas palabras referente a la escritura, con ellas quiero cerrar las mías: «Espero que no se me interprete mal: no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio».

Dionisia García

Dionisia García nace en 1929 en Fuente-Álamo de Albacete. En dicho lugar vivió hasta los diez años, para volver a él de manera transitoria; no por ello deja de advertirse en sus escritos una mirada al paisaje de su origen, al entorno natural y modos de vida. De ahí que compagine en sus libros vivencias del campo y la ciudad, junto a otras de lugares lejanos. Vive la autora en Murcia desde hace más de treinta años, en cuya Universidad obtuvo, en una etapa anterior, la licenciatura de Filología Románica.
Además de la poesía, ha cultivado otros géneros: el cuento, la novela, el aforismo y el ensayo.
En su obra es tratado el paso del tiempo de manera singular, ya que vivifica el presente y lo enriquece. También advertimos una reflexión sobre el ser humano y los acontecimientos del mundo que le ha tocado vivir y sus infortunios, insistiendo en esa poesía que ella llama “humanista”, en el sentido más cercano del ser. Sus poemas han sido incluidos en antologías y revistas fuera y dentro de nuestro país, y traducidos a varios idiomas, entre ellos el árabe y el chino. La autora ha ofrecido lecturas de sus poemas y conferencias en varias ciudades de España. Así mismo, ha participado en encuentros de poetas en Europa y América. Es miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga). En el año 2000, la Universidad de Murcia instituyó un premio de poesía que lleva su nombre.


BIBLIOGRAFÍA DE DIONISIA GARCÍA
OBRA POÉTICA
El vaho en los espejos, Patronato de Cultura de la Excma. Diputación Provincial, Murcia, 1976. Prólogo de Miguel Espinosa.
Antífonas, Gráficas Muelas, Murcia, 1978. Prólogo de Francisco Alemán Sáinz.
Mnemosine, Adonais, Rialp, Madrid, 1981.
Voz Perpetua, Málaga, 1982. Edición no venal.
Interludio (De las palabras y los días), Col. El Bardo, Los Libros de la Frontera, Barcelona, 1987. Prólogo de Manuel Mantero.
Diario abierto, Trieste, Madrid, 1989.
Las palabras lo saben, Renacimiento, Sevilla, 1993.
Tiempos del cantar (Poesía 1976-1993), Col. El Bardo, Los Libros de la Frontera/Editora Regional de Murcia, Barcelona/Murcia, 1995. Estudio preliminar de Ana Cárceles, Epílogo de Miguel Espinosa.
Lugares de paso, Renacimiento, Sevilla, 1999.
Aun a oscuras, I Quaderni della Valle, Levante Editori, Bari (Italia), 2001.
El engaño de los días, Tusquets, Barcelona, 2006.
L´Albero (El árbol), Levante Editori (I Quaderni di Abanico), Bari (Italia), 2007.
Cordialmente suya (Antología 1976-2007), Renacimiento, Sevilla, 2008.
Señales, Renacimiento, 2012.
OBRA EN PROSA
Antiguo y mate (Relatos), Ed. Regional de Murcia, Murcia, 1985. Prólogo de Antonio de Hoyos.
Ideario de otoño (Aforismos), Ed. Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, Alicante, 1987. Segunda Edición aumentada, Diputación de Albacete, Albacete, 1994. Prólogo de Carlos García Gual.
Larga despedida, Vida y obra de Enma Egea, Ed. Fundación Emma Egea, Cartagena, 1995.
Imaginaciones y olvidos (Relatos), Huerga y Fierro, Madrid, 1997.
Voces detenidas (Aforismos), Renacimiento, Sevilla, 2004.
Páginas dispersas, Ediciones Tres Fronteras, Murcia, 2008.
Correo interior, Renacimiento, Sevilla, 2009.
El caracol dorado, Renacimiento, Sevilla, 2011.

ÁGORA DIGITAL JULIO 2013






La experiencia de leer a Dionisia García.Por Ángela Mallén. Dossier /4

DOSSIER
DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA
ESCRITURA  POÉTICA LUMINOSA
                                   

        LA EXPERIENCIA DE LEER 

       A DIONISIA GARCÍA

 

                               POR ANGELA MALLÉN

Cuando leo a Dionisia García siento que me lleva de la mano a un lugar mejor. No sé cómo expresarlo de otra manera. Su poesía es el resultado de vivir a más profundidad, menor velocidad y mayor altura. Esta afirmación desafía las leyes de la lógica, pero se ajusta a las de la percepción. Y la percepción añade algo nuevo a la existencia, eso ya lo dijo Pavlov. La poeta escarba con la mirada y el pensamiento, inquiere, contempla y divisa. Su analítica es múltiple y su interpretación, serena.

     169. Comprender es lo primero.
                                              D.G.


Así, Dionisia García escribe pensamiento, intución y emoción. Diríase que detecta, investiga y ahonda como hace el filósofo; engarza con precisión como hace el relojero; evoca serenamente como quien sabe escuchar la melodía del tiempo. Por eso, leer un libro suyo es comprender de un modo íntegro, complejo y emocionado. Resuenan sus frases en la memoria como aforismos orientales y como modernos tweets; porque la escritura de Dionisia García es sabia aunque no sentenciosa, pregnante pero no agresiva, seria pero no falta de ironía, clásica y no obstante actual.

                        12. Juzgar es un demérito, porque ¿quién eres tú...?
                                                                                     D. G. 
La escritura de Dionisia García reconoce pero no juzga, sabe pero no impone, comunica pero no categoriza. Fluye como un río de aguas moderadas que fertiliza y no invade. Por eso, leer su poesía es sentirse invitado en la contemplación de una naturaleza en equilibrio, sentirse cómplice en la asimilación sosegada de la contingencia y el devenir.

                         185. Cada poema es un comienzo.
                                                                   D. G.

Cada poema es el comienzo de un proceso emocionante que tiene que ver con la lucidez de la conciencia, esa luz natural que la poeta encuentra, o le emana, y que se parece a la del campo, cuando raya el alba y el misterio parece a punto de desvelarse.


46. Un pájaro era balanceado en la única rama florecida del ciruelo,
mientras su pico se abría y cerraba agonizante.
No era posible soportar tanto desamparo.
Quien lo presenciaba, cerró la ventana.
                                                      D, G

Puedo imaginarme a la poeta escribiendo. Puedo hacerlo porque en aquello que escribe está implícito, en infinitos planos, desde dónde escribe, qué está mirando, en qué punto del complejo cableado brota la chispa de esa idea y cómo vibra su preciosa sensibilidad.

Sin concesiones a la sensibilería. Ningún exceso aunque sin parquedad. Abstemia y analítica delicadeza.


       Al cambiar de lugar se alarga el tiempo.
                         Voces Detenidas. D.G.

Leer Señales, duodécimo libro de poemas de Dionisia García, se parece a un viaje en tren al amanecer de un día de primavera, viendo salir el sol por encima de un mundo derrotado. Se parece a otro día de otoño, cuando el cielo enrojece sobre las arboledas y quedamos atentos a la luz, a sus matices, sus grados; escuchando la música del pensamiento, viendo caer la noche sobre el silencio del recuerdo: Alrededor, el roce de los árboles / con viento leve, mientras calla el cielo...

Dionisia es la palabra de agua, que respeta y lava, que ahonda y salta. “Déjame regalarte una lágrima densamente destilada en un lugar mental”, parece decirnos la poeta, serenamente osada. Y su mirada emprende un recorrido por la historia suya y la de todos, ontogénica y filogénicamente, salvaguardando la belleza, expresando un doliente reconocimiento de la verdad y de la crueldad. Esa mirada se desliza por las cosas para quitarles su velo y acariciar su piel: Ya no hay flores antiguas, y el pan sabe a otra cosa... Gozábamos, entonces, en un campo labrado,/ sin olvidar los tiernos naranjales...



Señales no contiene versos del Parnaso, más diríase se trata de un noticiero histórico-lírico, escrito por una poeta que ya conoce la mecánica del mundo, el álgebra de las emociones y la lógica del mar: Cuando el mar está solo, / nos parece que todo se detiene... La luna sí vendrá en las noches heladas, / también sola en lo alto, silente y misteriosa, / al alumbrar sumisa el manto oscuro... 

Una poesía que trata de la denuncia y de su vecina la compasión: El alba se abre paso en los critales. / En los pequeños lechos se remueven / los obligados cuerpos mal dormidos... Son los recogedores de aceituna... 

Señales se parece a un viaje por el tiempo, por las épocas; de San Petersburgo a Delhi, luego a Port Bou. Y ese viaje se convertirá en la retina en un mosaico carolingio sobre un dibujo de trazo ágil. La pasajera reportera, con voz de poesía, nos ofrece un canto bellamente solidario desde el trasluz: Acariciar sin tregua otras partes del mundo, / hacer que sea posible la ignorancia de límites.... El espeso silencio acusa la tortura. / Nadie más sale al paso. Apenas una imagen / da cuenta del tormento, de aquellas manos dulces, / ligeras y crecientes como pequeños pájaros...

El viaje y el recuerdo fluyendo en una claridad que ni se detiene ni daña. Endecasílabos y alejandrinos formatean sutilmente un material tan dúctil como el tiempo y el agua. Son versos contenidos, de un oculto pesar. / La llaga de una historia, por si aliviar pudiera. 

En algunos versos del poema “Spes”, pag. 34, se define por sí misma la poesía de Dionisia García: la aceptación serena y sabia; la paz de la palabra equilibrada, o mejor, la palabra que apacigua la realidad; la humilde conmiseración: En la ventana el firmamento mengua; / taladran las estrellas un espacio pequeño ... Los años, por fortuna, engrandecen las cosas, / las detienen mejor en nuestras vidas...

   475. Nada se repite, ni siquiera nuestro rostro cuando se da la vuelta.
  D.G 
Leer Correo Interior es volar a una época, pero no como lo hace el pájaro, pues éste sigue su vuelo, sino más como pluma, que se posa cuidadosamente sobre la realidad vívida. Libro escrito en clave de ternura analítica (si así puedo llamar a lo que parece un nuevo género), su lectura desprende una nostálgica melodía gozosa y una serena alegría. Por ello, más que hablar de evocación, hay que considerarlo en términos de un testimonio fiel, una retransmisión escrita en prosa rica y sobria, elegante y precisa. Un discurso delicadamente filosófico que hace emerger aquí un lágrima, allí una sonrisa.

La literatura es evocación, descripción, figuración de una realidad reconstruida apelando a la memoria y a la imaginación. En este caso, se relatan hechos experienciados en un pueblo del interior, Alendero, durante la posguerra española. Pero Dionisa García nos remite su “correo” desde un lugar que existe en su memoria anímica, y cuando digo “existe” quiero decir se halla, es, está dotado de entidad. Pareciera que para escribirlo haya debido mudarse a ese lugar y allí emprender una segunda existencia como cronista de la niña Alejandra, observadora escrupulosa de un mundo tan complejo, energético y duro como ese Alendero/Macondo, que se va disipando en el aire igual que una pavesa. La escritora ha conseguido devolver a la vida -revitalizar- ese microcosmos tan organizado, compacto y preciso que podríamos hablar de un microchip. La imagino escribiendo con la misma atención y minuciosidad del relojero, componiendo cada frase al modo en que un artífice virtuoso montaría las piezas de una linterna mágica. 

He vivido la niñez de Alejandra, protagonista de la novela, como disfrutando también yo de una segunda niñez, en la que los personajes y los escenarios compartieran la esencia de los míos propios. Todos ellos se evidencian a través de una bruma anímica, casi onírica; se perfilan, alcanzan nitidez de realidad, y allí quedan diluidos, “donde el silencio lo igualaba todo”, envueltos en un fondo de rutina, nieve o sopor.

Salgo de este libro, lo cierro, lo guardo entre mis tesoros, pero sus palabras, colmadas y livianas, se quedan acariciando mi alma: el modo sentencioso y parco en que abuela Teresa expresa su benévola lucidez; Indalecio abrazado a un árbol, salvado por el abrazo de su padre y luego por el de Rosa; la mujer del mantón negro en la nieve; la elaboración del jabón; la recogida de la aceituna; Ángela Amores, cuyos ojos de color violeta vieron el mundo de otra manera; María, la guapa en cinta; Dolores, la huérfana; Ana María, la niña francesa que podía oler a mañana y escuchar el canto de los pájaros despiertos; Tebas el resucitado; los ángeles custodios; los gerreros de las noches bajo el cielo raso; las mujeres que habían dejado su alegría en el rastrojo. La tapia. El abejorro. Las clavellinas. Los velatorios. La calina. La flama. Las moscas. Las aldabas...


225 Señores, ¿ustedes también tienen prisa?
D.G

En este trabajo sin pretensión de cátedra pero con intención de homenaje, he querido dejar testimonio de mi lectura. Mi gozosa lectura de una poeta y narradora que transcribe la melodía del pensamiento y alambica la esencia de la emoción.

En la última página de El caracol dorado escribí íntimamente: Mi alma, en el caso de que exista, que leyéndote sí lo creo posible, te agradece estos pensamientos que ella no supo tener, aunque sí presentir. Gracias.



Bibliografía comentada: 
Voces detenidas. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2004 
Correo interior. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2009 
El caracol dorado. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2011 (Aforismos 169, 12, 185, 46, 475, 225)
Señales. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2012



Ángela Mallén (Alcolea del Río,Sevilla)es poeta y narradora. Licenciada en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia, con estudios de Pedagogía, Psicología Social y Filología Alemana en Valencia, Austria y Euskadi. Ha sido profesora en la Universidad Johannes Kepler de Linz, Austria. Actualmente vive en Vitoria-Gasteiz donde trabaja como profesora, traductora e intérprete de alemán.



Premio Internacional de Poesía “Leonor de Córdoba”, con Courier -Los trenes del sur- (Andrómina, Córdoba 2003). Accesit con publicación en el XXXV Concurso Cuentos “Hucha de Oro” con el relato Los leucocitos de Aurora y Rosalino.

Ha publicado también la novela Los caminos a Karyukai (Arte Activo, Vitoria 2005), y los libros de poesía Palabra de elefante (Arte Activo, Vitoria 2007), La noche en una flor de baobab (Andrómina, Córdoba 2009. Prólogo de Dionisia García) y Cielo lento (Arte Activo, Vitoria 2011. Prólogo de Itziar Mínguez Arnáiz). 

Su poema visual “Altos Hornos”, fue elegido para participar en la exposición “Desacuerdos”, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), que tuvo lugar del 3 de marzo al 29 de mayo de 2005.


Miembro de la Asociación de Creadores de Álava (Krelia.a y de la Asociación de Escritores Vascos (AEV).


                   ÁGORA DIGITAL MAYO 2013

jueves, 11 de julio de 2013

Mirada de aforista. Los aforismos de Dionisia García. Por José Ángel Cilleruelo. Revista Ágora, vol. 1.




DOSSIER
DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA ESCRITURA POETICA LUMINOSA /13

MIRADA DE AFORISTA
Los aforismos de Dionisia García
______________

                 Por JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO


Cuando me he detenido frente al estante donde guardo los libros de Dionisia García, con la esperanza de que alguno de ellos reclamara mi atención, entre un volumen más grueso, otro más dorado y algunos más altos, curiosamente me he fijado en el más bajo. En el de tamaño menor. Lo he sacado del estante, lo he abierto al azar y he recordado que también era el que contenía, entre todos sus títulos, los textos más breves de la autora. Sus aforismos. Es el segundo volumen que publica con aforismos, tras Ideario de otoño (1994). Esta condición menuda del libro que me ha elegido para que me fije en él, sin embargo, pronto me ha sugerido una metáfora con la que aumentar su importancia. También los frutos, por grandes y jugosos que sean, tienen siempre una parte mínima, necesaria para seguir naciendo. Las semillas. ¿Será El caracol dorado (Renacimiento, Sevilla, 2011) el núcleo seminal de la obra literaria de Dionisia García?, me he preguntado. Y de pronto ha sabido de qué iba a hablar.


 Pintura de Antonio Gómez Ribelles, para Dossier D.G.

Entre los elementos que conforman la poesía de Dionisia García, desde sus orígenes, aparece una sensibilidad gnómica. A veces se manifiesta a través de las preguntas retóricas, que actúan como figuras que concentran la expresión: Un aire fresco me hizo preguntar: / ¿estará aquí la verdadera melodía? («Eheu, fugaces…», 1976). En otras ocasiones introduce pequeños aforismos en el interior de los poemas; por ejemplo, en «El hombre y el toro» (1978) se lee el siguiente dístico: Un hombre enjaezado / acrece su arrogancia. Lo cierto es que este tono gnómico, presente desde el inicio de su obra, se ha ido acrecentando con el paso de los títulos, y en el último, Señales (2012) es ya una característica integrada en su poética. Léanse como ejemplo solo dos versos; el último del primer poema (Para el ayer el llanto.), que concentra el significado no solo del poema que cierra sino de todo el libro que abre, y el primer verso del segundo poema (Nos vigila el poema y nos redime.), que constituye en sí mismo casi una poética. No resulta baladí, por lo tanto, vincular El caracol dorado [2005-2011] con la obra poética de Dionisia García, que en su conjunto ha integrado lo gnómico como un elemento característico, y en este volumen lo ha desarrollado como género literario: el aforismo.

Ambas presencias de lo gnómico, como característica y como género, suscitan una nueva cuestión: ¿en qué aspecto se relacionan o potencian la poética de Dionisia García? Se ha utilizado con frecuencia el término «experiencia» para definir algunos aspectos de su generación. La controversia que durante décadas ha rodeado este concepto aplicado a la poesía desvirtúa su uso. Sin embargo, es necesario recurrir a él para comprender el crecimiento de lo aforístico en la obra de la poeta.

 
Tres caracoles. Antonio Gómez.
 
Por «experiencia» la lengua castellana señala dos significados que en cierto modo se oponen. Tanto se puede denominar «experiencia» a un acontecimiento («Hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo», dice la RAE) como a un conocimiento adquirido en el curso del tiempo («Práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo», según la RAE). En ocasiones se mezclan y confunden ambos sentidos, y se trata como poesía de la experiencia aquella que relata hechos. La experiencia de donde deviene el conocimiento es, claro, la que emana de la segunda definición. Toda la poesía de Dionisia García está escrita para obtener un conocimiento de la vida. Así se podría enunciar el motivo nuclear de su actividad poética. Los hechos que contienen los poemas, ya sean descripciones, pequeñas narraciones, evocaciones, retratos, reflexiones…, son convocados para ser un «mirador» de la vida, para construir un «refugio» y para acompañar la «espera», tal como señala el cuarteto final de un hermoso poema de amor, «El tiempo de una espiga»: Desde este mirador que nos convoca, / seamos el refugio de todas las paradas: / demos al beso el tiempo de una espiga, / y al silencio, la lumbre de la espera. Esta triple condición donde ubica el amor y la poesía —«mirador», «refugio» y «espera»— traza también las pautas del conocimiento poético: su objetivo como observadora de la vida, su valor como remedio, su conciencia como temporalidad. Y en este proceso prende lo gnómico como el fruto del cumplimiento, la obtención del conocimiento al que se dirige la propia experiencia poética. Lo gnómico es al mismo tiempo compañía (apunte, anotación…) y resultado (verso, aforismo…) del proceso de conocer la vida a través de la poesía.

El caracol dorado distingue dos subgéneros. A uno le denomina «Confidencias» [C], al otro «Artificios» [A]. La distinción es extremadamente lúcida sobre su propósito. Unos aforismos, las confidencias, acompañan el desarrollo del pensamiento y por ello resultan formalmente más heterodoxos, a veces son meras conjeturas, frases entrecortadas o preguntas (¿Qué harían los artistas sin la melancolía? C-54). Otros aforismos, los artificios, se ajustan al canon del género literario, confirman un pensamiento y lo afirman con el carácter de sentencia que la tradición exige (Quienes confunden tristeza con melancolía, deberían investigar A-274).

El alzado temático en detalle del conjunto de aforismos, un total de 722 entre las dos partes del volumen, resultaría prolijo en exceso. El propio género tiende a no establecer límites temáticos en su propia definición. No obstante se pueden trazar con cierta facilidad las líneas argumentales principales. La primera la constituyen los aforismos sobre la condición humana, y están presentes de manera homogénea en ambas secciones. Constituyen este subconjunto temático los textos que con mayor fidelidad interpretan las características tradicionales del género, y al mismo tiempo permiten comprobar su condición de conocimiento condensado a través de la experiencia vital en el curso del tiempo. Por ejemplo, y en cada uno de los subgéneros: Tener conciencia de nuestra ignorancia es un buen comienzo y fin (C-106), o Quien acecha la vida de los otros pierde la propia (A-368).

En segundo lugar cabe señalar los textos sobre el juico de la sociedad del presente, sus características, su organización o su devenir. A veces este apartado se amplía en el tiempo hacia la historia, en otras ocasiones se concentra en aspectos concretos, como puede ser el uso del lenguaje o las particularidades de la sociedad literaria y los poetas. Hay en este apartado temático una clara voluntad de intervención, de inconformismo y de rebeldía ante las imperfecciones de lo social. Como ejemplo citaré dos aforismos que muestran su especial sensibilidad hacia la materia prima de su condición de poeta, el lenguaje; el primero, una «confidencia»: Observo la expresión «de que» en algunos escritores notables y se me viene abajo el texto. Manías del oficio. (C-111); el segundo, un aforismo con la rotundidad que da el cincel sobre el mármol: La obviedad paraliza el lenguaje (A-385).

Un tercer círculo temático está formado por los aforismos de carácter personal. Unos son recuerdos. Entreverada entre los textos gnómicos se puede leer una breve autobiografía de la autora. Hay también múltiples aforismos sobre escritores, amigos, lecturas literarias o gustos artísticos que forman parte de este capítulo, al que se suman también sus reflexiones sobre ideas fundamentales, como la tristeza, la belleza, el amor… y en especial el paso del tiempo y la desaparición de un mundo. Hay pocos aforismos, sin embargo, vinculados al ámbito familiar, pero cuando aparece alguno, su lucidez deslumbra: El nacimiento de un hijo cambia nuestra manera de ver el mundo (C-213).



JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO (Barcelona, 1960) es escritor, traductor y crítico literario.
Su obra poética ha sido reunida en los volúmenes El don impuro (Málaga, 1989) y Maleza (Barcelona, 2010). Ha publicado también dos colecciones de poemas en prosa, Galería de charcos (Madrid, 2009) y Vitrina de charcos (Zaragoza, 2011).
Su obra narrativa consta de cuatro recopilaciones de relatos y cinco novelas; las tres últimas: Al oeste de Varsovia (IV Premio Málaga de Novela, 2009), Una sombra en Pekín (Granada, 2011) y Ladridos al amanecer (2011).
Mantiene la bitácora El visir de Abisinia y otros blogs de creación y crítica literaria (publicaciones como libro-blog.)