martes, 25 de junio de 2013

Dionisia García en el fluir del tiempo. Por Ángeles Mora. Dossier/10. Dionisia García: Señales de una escritura poética luminosa. Avance Ágora 1 Nueva Colección


Dionisia García en el fluir del tiempo

                               por Ángeles Mora
… y solamente/ lo fugitivo permanece y dura
(Francisco de Quevedo)



No puedo pensar en Dionisia García sin recordar cómo llegué a ella a través de su revista, la revista poética Tránsito, que fundó y dirigió durante muchos años, una de las primeras revistas poéticas importantes que surgieron en España en los años 70. Algunos de mis primeros poemas se publicaron en esta revista, circunstancia que siempre recuerdo con agradecimiento. Dionisia supo ofrecer Tránsito, generosamente, tanto a los y las poetas que buscábamos un camino como a quien ya poseía nombre dentro de la sagrada tribu.

Dionisia García tiene una trayectoria impecable e implacable, siempre sumando. Inasequible al desaliento, su voz no se detuvo nunca. Con “la verdad siempre en tránsito”, como nos dice en un poema de Anche se al buio (Aún a oscuras, Bari, Italia, edición bilingüe, 2001). 
 
Hay algo que respeto profundamente en Dionisia. Me refiero a su independencia, su coherencia en el camino poético elegido. Primero fue el vaho que su palabra dejaba en los espejos para escribir en ellos el propio asombro. Asomada a la ventana del día, con el corazón expuesto al roce de las horas, un cristal se empañaba. Surgían palabras, pensamientos, verdades resbalando hacia otra verdad, fluyendo en las aguas del tiempo.

Su obra es extensa e intensa, manteniéndose siempre, como digo, en un lugar personal y exigente, un lugar propio conquistado, verso a verso, por su manera de decir y decirse a sí misma y para todos. Sin prisa, pero sin pausa, característica de quien tiene una voz propia que yo veo ya presente en su primer libro, buscando el sentido de la vida en cada momento, aquí y ahora: vitalismo, con un fuerte sesgo de temporalidad, lo que también añade a su poesía un suave tono elegiaco, un hilo de melancolía, que une toda su obra con un hilván que le da cohesión y continuidad.
 
La poesía de Dionisia García es un puro acontecer, una sucesión de momentos que la consciencia no quiere dejar pasar sin que conste en acta. Así dice en su poema “Acontecer”, de El engaño de los días (2006): 

     Pasar no es sólo ir hacia el fatal destino,
     es también darse cuenta
     de la línea de sol en el muro encalado,
     de atardeceres lentos en la ciudad que habitas.

     Eres cuanto recuerdas,
     sin dejar el momento presente y pasajero
     que ha de instalarse luego en la memoria... 

[…]

     ¿Todo es cierto y ha sido, o está siendo? 
     Sólo una luz oculta que, misteriosa, invita. 
 

Encontrar la trascendencia y la poesía en las cosas cercanas, en nuestro cada día ha sido siempre su ambición. Recuerdo un poema de su primer libro, deliciosamente hiriente o “heridor”, en donde ya aparecía ese arañazo del tiempo y la carga de vida que tiene y contiene cada instante: me refiero a su horaciano poema “Eheu fugaces…”

         Cuando vuelvas, ya no estarán aquí;
         serán otros los que pinten los postes,
         los que abracen a las muchachas rubias
         y regalen mecheros automáticos… 
            .........

          Las muchachas se fueron;
          en sus bolsas de paja
          guardaban un casete.
          El autobús arrastró las sonrisas.

          Un aire fresco me hizo preguntar:
          ¿estará aquí la verdadera melodía?  
 
La poesía de Dionisia García es una reflexión a partir de sí misma, de sus sentimientos, de sus sensaciones, pero una reflexión hecha con los materiales poéticos más sutiles y sugerentes, dirigidos al imaginario del lector, que acaba sumergiéndose poco a poco en su propio océano vital. Así que su poesía es como un iceberg, que nos muestra sólo una parte de lo que nos esconde. Leyéndola sentimos la inquietud de lo que hay por debajo de nuestros actos y de nuestro estar en el mundo. Lo que hay por debajo de las palabras. No en vano Dionisia titula a uno de sus libros: Las palabras lo saben.
La búsqueda de la naturalidad, la huida de la afectación, en la línea de nuestra mejor tradición poética, le sirve, pues, a Dionisia García para sacarle a las palabras no sólo lo que dicen sino lo que también ocultan, la carga de profundidad que llevan, si sabemos provocarlas. Porque un poema es siempre una provocación que nos incita a vivir, a no dejar escapar la belleza o la tristeza o la melancolía o la felicidad del mundo sin que nos deje su marca. 
 
Hay otro registro en Dionisia que no quiero olvidar y es su faceta “aforística”. Es autora de varios libros de aforismos: Ideario de otoño (1994), Voces detenidas (2004) y El caracol dorado (2011). No es un género fácil. Pero ella sabe encontrar la chispa inteligente. Son golpes de luz, iluminaciones, reflexiones, otro modo de pensar. Muchas veces desde la ironía ingeniosa, otras desde la crítica, la contemplación o la especulación.
Su último libro publicado Señales, me hizo disfrutar especialmente. Con madurez y belleza, en un tono tan suyo, meditativo y vivo al mismo tiempo, buscando el gozo del instante, la intensidad del presente, ya desde el poema que lo abre: “Inutilidad de la tristeza”. Pero desde el hoy desplegándose hacia el espesor rico e incierto de la existencia. El presente en primer plano y un horizonte frágil hacia la incertidumbre del mañana y la nostalgia o la niebla del ayer. Homenajes medidos, recuento y aceptación. Un libro vitalista, aún en la melancolía de lo vivido y más: en la mirada un tanto estoica, pero también benévola, hacia la bruma del porvenir. Un mañana que, aunque estreche su cerco, no deja de alumbrar.


  
Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952). Licenciada en Filosofía Hispánica por la Universidad de Granada. Vive en esta ciudad andaluza. Miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada. En el año 89 obtuvo el Premio Rafael Alberti de poesía por La Guerra de los treinta años y en el año 2000 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla por Contradicciones, pájaros (Visor, Madrid).
Ha publicado, además, en poesía:  Pensando que el camino iba derecho ( 1982), La canción del olvido (1985), La dama errante (1990), Silencio (1994), Elegía y postales (1994), y Bajo la alfombra (2008), entre otras obras que ahondan una continuada escritura poética vertida en libro desde la más temprana juventud de la autora.                  



           ÁGORA DIGITAL JUNIO 2013



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