lunes, 15 de julio de 2013

La experiencia de leer a Dionisia García.Por Ángela Mallén. Dossier /4

DOSSIER
DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA
ESCRITURA  POÉTICA LUMINOSA
                                   

        LA EXPERIENCIA DE LEER 

       A DIONISIA GARCÍA

 

                               POR ANGELA MALLÉN

Cuando leo a Dionisia García siento que me lleva de la mano a un lugar mejor. No sé cómo expresarlo de otra manera. Su poesía es el resultado de vivir a más profundidad, menor velocidad y mayor altura. Esta afirmación desafía las leyes de la lógica, pero se ajusta a las de la percepción. Y la percepción añade algo nuevo a la existencia, eso ya lo dijo Pavlov. La poeta escarba con la mirada y el pensamiento, inquiere, contempla y divisa. Su analítica es múltiple y su interpretación, serena.

     169. Comprender es lo primero.
                                              D.G.


Así, Dionisia García escribe pensamiento, intución y emoción. Diríase que detecta, investiga y ahonda como hace el filósofo; engarza con precisión como hace el relojero; evoca serenamente como quien sabe escuchar la melodía del tiempo. Por eso, leer un libro suyo es comprender de un modo íntegro, complejo y emocionado. Resuenan sus frases en la memoria como aforismos orientales y como modernos tweets; porque la escritura de Dionisia García es sabia aunque no sentenciosa, pregnante pero no agresiva, seria pero no falta de ironía, clásica y no obstante actual.

                        12. Juzgar es un demérito, porque ¿quién eres tú...?
                                                                                     D. G. 
La escritura de Dionisia García reconoce pero no juzga, sabe pero no impone, comunica pero no categoriza. Fluye como un río de aguas moderadas que fertiliza y no invade. Por eso, leer su poesía es sentirse invitado en la contemplación de una naturaleza en equilibrio, sentirse cómplice en la asimilación sosegada de la contingencia y el devenir.

                         185. Cada poema es un comienzo.
                                                                   D. G.

Cada poema es el comienzo de un proceso emocionante que tiene que ver con la lucidez de la conciencia, esa luz natural que la poeta encuentra, o le emana, y que se parece a la del campo, cuando raya el alba y el misterio parece a punto de desvelarse.


46. Un pájaro era balanceado en la única rama florecida del ciruelo,
mientras su pico se abría y cerraba agonizante.
No era posible soportar tanto desamparo.
Quien lo presenciaba, cerró la ventana.
                                                      D, G

Puedo imaginarme a la poeta escribiendo. Puedo hacerlo porque en aquello que escribe está implícito, en infinitos planos, desde dónde escribe, qué está mirando, en qué punto del complejo cableado brota la chispa de esa idea y cómo vibra su preciosa sensibilidad.

Sin concesiones a la sensibilería. Ningún exceso aunque sin parquedad. Abstemia y analítica delicadeza.


       Al cambiar de lugar se alarga el tiempo.
                         Voces Detenidas. D.G.

Leer Señales, duodécimo libro de poemas de Dionisia García, se parece a un viaje en tren al amanecer de un día de primavera, viendo salir el sol por encima de un mundo derrotado. Se parece a otro día de otoño, cuando el cielo enrojece sobre las arboledas y quedamos atentos a la luz, a sus matices, sus grados; escuchando la música del pensamiento, viendo caer la noche sobre el silencio del recuerdo: Alrededor, el roce de los árboles / con viento leve, mientras calla el cielo...

Dionisia es la palabra de agua, que respeta y lava, que ahonda y salta. “Déjame regalarte una lágrima densamente destilada en un lugar mental”, parece decirnos la poeta, serenamente osada. Y su mirada emprende un recorrido por la historia suya y la de todos, ontogénica y filogénicamente, salvaguardando la belleza, expresando un doliente reconocimiento de la verdad y de la crueldad. Esa mirada se desliza por las cosas para quitarles su velo y acariciar su piel: Ya no hay flores antiguas, y el pan sabe a otra cosa... Gozábamos, entonces, en un campo labrado,/ sin olvidar los tiernos naranjales...



Señales no contiene versos del Parnaso, más diríase se trata de un noticiero histórico-lírico, escrito por una poeta que ya conoce la mecánica del mundo, el álgebra de las emociones y la lógica del mar: Cuando el mar está solo, / nos parece que todo se detiene... La luna sí vendrá en las noches heladas, / también sola en lo alto, silente y misteriosa, / al alumbrar sumisa el manto oscuro... 

Una poesía que trata de la denuncia y de su vecina la compasión: El alba se abre paso en los critales. / En los pequeños lechos se remueven / los obligados cuerpos mal dormidos... Son los recogedores de aceituna... 

Señales se parece a un viaje por el tiempo, por las épocas; de San Petersburgo a Delhi, luego a Port Bou. Y ese viaje se convertirá en la retina en un mosaico carolingio sobre un dibujo de trazo ágil. La pasajera reportera, con voz de poesía, nos ofrece un canto bellamente solidario desde el trasluz: Acariciar sin tregua otras partes del mundo, / hacer que sea posible la ignorancia de límites.... El espeso silencio acusa la tortura. / Nadie más sale al paso. Apenas una imagen / da cuenta del tormento, de aquellas manos dulces, / ligeras y crecientes como pequeños pájaros...

El viaje y el recuerdo fluyendo en una claridad que ni se detiene ni daña. Endecasílabos y alejandrinos formatean sutilmente un material tan dúctil como el tiempo y el agua. Son versos contenidos, de un oculto pesar. / La llaga de una historia, por si aliviar pudiera. 

En algunos versos del poema “Spes”, pag. 34, se define por sí misma la poesía de Dionisia García: la aceptación serena y sabia; la paz de la palabra equilibrada, o mejor, la palabra que apacigua la realidad; la humilde conmiseración: En la ventana el firmamento mengua; / taladran las estrellas un espacio pequeño ... Los años, por fortuna, engrandecen las cosas, / las detienen mejor en nuestras vidas...

   475. Nada se repite, ni siquiera nuestro rostro cuando se da la vuelta.
  D.G 
Leer Correo Interior es volar a una época, pero no como lo hace el pájaro, pues éste sigue su vuelo, sino más como pluma, que se posa cuidadosamente sobre la realidad vívida. Libro escrito en clave de ternura analítica (si así puedo llamar a lo que parece un nuevo género), su lectura desprende una nostálgica melodía gozosa y una serena alegría. Por ello, más que hablar de evocación, hay que considerarlo en términos de un testimonio fiel, una retransmisión escrita en prosa rica y sobria, elegante y precisa. Un discurso delicadamente filosófico que hace emerger aquí un lágrima, allí una sonrisa.

La literatura es evocación, descripción, figuración de una realidad reconstruida apelando a la memoria y a la imaginación. En este caso, se relatan hechos experienciados en un pueblo del interior, Alendero, durante la posguerra española. Pero Dionisa García nos remite su “correo” desde un lugar que existe en su memoria anímica, y cuando digo “existe” quiero decir se halla, es, está dotado de entidad. Pareciera que para escribirlo haya debido mudarse a ese lugar y allí emprender una segunda existencia como cronista de la niña Alejandra, observadora escrupulosa de un mundo tan complejo, energético y duro como ese Alendero/Macondo, que se va disipando en el aire igual que una pavesa. La escritora ha conseguido devolver a la vida -revitalizar- ese microcosmos tan organizado, compacto y preciso que podríamos hablar de un microchip. La imagino escribiendo con la misma atención y minuciosidad del relojero, componiendo cada frase al modo en que un artífice virtuoso montaría las piezas de una linterna mágica. 

He vivido la niñez de Alejandra, protagonista de la novela, como disfrutando también yo de una segunda niñez, en la que los personajes y los escenarios compartieran la esencia de los míos propios. Todos ellos se evidencian a través de una bruma anímica, casi onírica; se perfilan, alcanzan nitidez de realidad, y allí quedan diluidos, “donde el silencio lo igualaba todo”, envueltos en un fondo de rutina, nieve o sopor.

Salgo de este libro, lo cierro, lo guardo entre mis tesoros, pero sus palabras, colmadas y livianas, se quedan acariciando mi alma: el modo sentencioso y parco en que abuela Teresa expresa su benévola lucidez; Indalecio abrazado a un árbol, salvado por el abrazo de su padre y luego por el de Rosa; la mujer del mantón negro en la nieve; la elaboración del jabón; la recogida de la aceituna; Ángela Amores, cuyos ojos de color violeta vieron el mundo de otra manera; María, la guapa en cinta; Dolores, la huérfana; Ana María, la niña francesa que podía oler a mañana y escuchar el canto de los pájaros despiertos; Tebas el resucitado; los ángeles custodios; los gerreros de las noches bajo el cielo raso; las mujeres que habían dejado su alegría en el rastrojo. La tapia. El abejorro. Las clavellinas. Los velatorios. La calina. La flama. Las moscas. Las aldabas...


225 Señores, ¿ustedes también tienen prisa?
D.G

En este trabajo sin pretensión de cátedra pero con intención de homenaje, he querido dejar testimonio de mi lectura. Mi gozosa lectura de una poeta y narradora que transcribe la melodía del pensamiento y alambica la esencia de la emoción.

En la última página de El caracol dorado escribí íntimamente: Mi alma, en el caso de que exista, que leyéndote sí lo creo posible, te agradece estos pensamientos que ella no supo tener, aunque sí presentir. Gracias.



Bibliografía comentada: 
Voces detenidas. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2004 
Correo interior. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2009 
El caracol dorado. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2011 (Aforismos 169, 12, 185, 46, 475, 225)
Señales. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2012



Ángela Mallén (Alcolea del Río,Sevilla)es poeta y narradora. Licenciada en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia, con estudios de Pedagogía, Psicología Social y Filología Alemana en Valencia, Austria y Euskadi. Ha sido profesora en la Universidad Johannes Kepler de Linz, Austria. Actualmente vive en Vitoria-Gasteiz donde trabaja como profesora, traductora e intérprete de alemán.



Premio Internacional de Poesía “Leonor de Córdoba”, con Courier -Los trenes del sur- (Andrómina, Córdoba 2003). Accesit con publicación en el XXXV Concurso Cuentos “Hucha de Oro” con el relato Los leucocitos de Aurora y Rosalino.

Ha publicado también la novela Los caminos a Karyukai (Arte Activo, Vitoria 2005), y los libros de poesía Palabra de elefante (Arte Activo, Vitoria 2007), La noche en una flor de baobab (Andrómina, Córdoba 2009. Prólogo de Dionisia García) y Cielo lento (Arte Activo, Vitoria 2011. Prólogo de Itziar Mínguez Arnáiz). 

Su poema visual “Altos Hornos”, fue elegido para participar en la exposición “Desacuerdos”, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), que tuvo lugar del 3 de marzo al 29 de mayo de 2005.


Miembro de la Asociación de Creadores de Álava (Krelia.a y de la Asociación de Escritores Vascos (AEV).


                   ÁGORA DIGITAL MAYO 2013

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