DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA
ESCRITURA POÉTICA LUMINOSA
LA EXPERIENCIA DE LEER
A DIONISIA GARCÍA
POR ANGELA MALLÉN
Cuando leo a Dionisia García siento
que me lleva de la mano a un lugar mejor. No sé cómo expresarlo de
otra manera. Su poesía es el resultado de vivir a más
profundidad, menor velocidad y mayor altura. Esta afirmación desafía
las leyes de la lógica, pero se ajusta a las de la percepción. Y la
percepción añade algo nuevo a la existencia, eso ya lo dijo Pavlov.
La poeta escarba con la mirada y el pensamiento, inquiere, contempla
y divisa. Su analítica es múltiple y su interpretación, serena.
169.
Comprender
es lo primero.
D.G.
Así, Dionisia García escribe
pensamiento, intución y emoción. Diríase que detecta, investiga y
ahonda como hace el filósofo; engarza con precisión como hace el
relojero; evoca serenamente como quien sabe escuchar la melodía del
tiempo. Por eso, leer un libro suyo es comprender de un modo íntegro,
complejo y emocionado. Resuenan sus frases en la memoria como
aforismos orientales y como modernos tweets; porque la
escritura de Dionisia García es sabia aunque no sentenciosa,
pregnante pero no agresiva, seria pero no falta de ironía, clásica
y no obstante actual.
12.
Juzgar es un demérito, porque ¿quién eres tú...?
D. G.
La escritura de
Dionisia García reconoce pero no juzga, sabe pero no impone,
comunica pero no categoriza. Fluye como un río de aguas moderadas
que fertiliza y no invade. Por eso, leer su poesía es sentirse
invitado en la contemplación de una naturaleza en equilibrio,
sentirse cómplice en la asimilación sosegada de la contingencia y
el devenir.
185.
Cada poema es un comienzo.
D. G.
Cada poema es el comienzo de un
proceso emocionante que tiene que ver con la lucidez de la
conciencia, esa luz natural que la poeta encuentra, o le emana, y que
se parece a la del campo, cuando raya el alba y el misterio parece a
punto de desvelarse.
46.
Un pájaro era balanceado en la única rama florecida del ciruelo,
mientras
su pico se abría y cerraba agonizante.
No
era posible soportar tanto desamparo.
Quien
lo presenciaba, cerró la ventana.
D, G
Puedo imaginarme a la poeta
escribiendo. Puedo hacerlo porque en aquello que escribe está
implícito, en infinitos planos, desde dónde escribe, qué está
mirando, en qué punto del complejo cableado brota la chispa de esa
idea y cómo vibra su preciosa sensibilidad.
Sin concesiones a la sensibilería. Ningún exceso aunque sin parquedad. Abstemia y analítica delicadeza.
Sin concesiones a la sensibilería. Ningún exceso aunque sin parquedad. Abstemia y analítica delicadeza.
Al
cambiar de lugar se alarga el tiempo.
Voces
Detenidas. D.G.
Leer Señales, duodécimo libro
de poemas de Dionisia García, se parece a un viaje en tren al
amanecer de un día de primavera, viendo salir el sol por encima de
un mundo derrotado. Se parece a otro día de otoño, cuando el cielo
enrojece sobre las arboledas y quedamos atentos a la luz, a sus
matices, sus grados; escuchando la música del pensamiento, viendo
caer la noche sobre el silencio del recuerdo: Alrededor, el roce
de los árboles / con viento leve, mientras calla el cielo...
Dionisia es la palabra de agua, que
respeta y lava, que ahonda y salta. “Déjame regalarte una lágrima
densamente destilada en un lugar mental”, parece decirnos la poeta,
serenamente osada. Y su mirada emprende un recorrido por la historia
suya y la de todos, ontogénica y filogénicamente, salvaguardando la
belleza, expresando un doliente reconocimiento de la verdad y de la
crueldad. Esa mirada se desliza por las cosas para quitarles su velo
y acariciar su piel: Ya no hay flores antiguas, y el pan sabe a
otra cosa... Gozábamos, entonces, en un campo labrado,/ sin olvidar
los tiernos naranjales...
Señales no contiene versos del
Parnaso, más diríase se trata de un noticiero histórico-lírico,
escrito por una poeta que ya conoce la mecánica del mundo, el
álgebra de las emociones y la lógica del mar: Cuando el mar está
solo, / nos parece que todo se detiene... La luna sí vendrá en las
noches heladas, / también sola en lo alto, silente y misteriosa, /
al alumbrar sumisa el manto oscuro...
Una poesía que trata de la denuncia
y de su vecina la compasión: El alba se abre paso en los
critales. / En los pequeños lechos se remueven / los obligados
cuerpos mal dormidos... Son los recogedores de aceituna...
Señales se parece a un viaje
por el tiempo, por las épocas; de San Petersburgo a Delhi, luego a
Port Bou. Y ese viaje se convertirá en la retina en un mosaico
carolingio sobre un dibujo de trazo ágil. La pasajera reportera, con
voz de poesía, nos ofrece un canto bellamente solidario desde el
trasluz: Acariciar sin tregua otras partes del mundo, / hacer que
sea posible la ignorancia de límites.... El espeso silencio acusa
la tortura. / Nadie más sale al paso. Apenas una imagen / da cuenta
del tormento, de aquellas manos dulces, / ligeras y crecientes como
pequeños pájaros...
El viaje y el recuerdo fluyendo en
una claridad que ni se detiene ni daña. Endecasílabos y
alejandrinos formatean sutilmente un material tan dúctil como el
tiempo y el agua. Son versos contenidos, de un oculto pesar. / La
llaga de una historia, por si aliviar pudiera.
En algunos versos del poema “Spes”, pag. 34, se define por sí misma la poesía de Dionisia García: la aceptación serena y sabia; la paz de la palabra equilibrada, o mejor, la palabra que apacigua la realidad; la humilde conmiseración: En la ventana el firmamento mengua; / taladran las estrellas un espacio pequeño ... Los años, por fortuna, engrandecen las cosas, / las detienen mejor en nuestras vidas...
En algunos versos del poema “Spes”, pag. 34, se define por sí misma la poesía de Dionisia García: la aceptación serena y sabia; la paz de la palabra equilibrada, o mejor, la palabra que apacigua la realidad; la humilde conmiseración: En la ventana el firmamento mengua; / taladran las estrellas un espacio pequeño ... Los años, por fortuna, engrandecen las cosas, / las detienen mejor en nuestras vidas...
475.
Nada se repite, ni siquiera nuestro rostro cuando se da la vuelta.
D.G
Leer Correo Interior es volar a
una época, pero no como lo hace el pájaro, pues éste sigue su
vuelo, sino más como pluma, que se posa cuidadosamente sobre la
realidad vívida. Libro escrito en clave de ternura analítica (si
así puedo llamar a lo que parece un nuevo género), su lectura
desprende una nostálgica melodía gozosa y una serena alegría. Por
ello, más que hablar de evocación, hay que considerarlo en términos
de un testimonio fiel, una retransmisión escrita en prosa rica y
sobria, elegante y precisa. Un discurso delicadamente filosófico que
hace emerger aquí un lágrima, allí una sonrisa.
La literatura es evocación,
descripción, figuración de una realidad reconstruida apelando a la
memoria y a la imaginación. En este caso, se
relatan hechos experienciados en un pueblo del interior, Alendero,
durante la posguerra española. Pero Dionisa García nos remite su
“correo” desde un lugar que existe en su memoria anímica, y
cuando digo “existe” quiero decir se
halla, es,
está dotado de entidad.
Pareciera que para escribirlo haya debido mudarse a ese lugar y allí
emprender una segunda existencia como cronista de la niña Alejandra,
observadora escrupulosa de un mundo tan complejo, energético y duro
como ese Alendero/Macondo, que se va disipando en el aire igual que
una pavesa. La escritora ha conseguido devolver a la vida
-revitalizar- ese microcosmos tan organizado, compacto y preciso que
podríamos hablar de un microchip. La imagino escribiendo con la
misma atención y minuciosidad del relojero, componiendo cada frase
al modo en que un artífice virtuoso montaría las piezas de una
linterna mágica.
He
vivido la niñez de Alejandra, protagonista de la novela, como
disfrutando también yo de una segunda niñez, en la que los
personajes y los escenarios compartieran la esencia de los míos
propios. Todos ellos se evidencian a través de una bruma anímica,
casi onírica; se perfilan, alcanzan nitidez de realidad, y allí
quedan diluidos, “donde el silencio lo igualaba todo”, envueltos
en un fondo de rutina, nieve o sopor.
Salgo de este
libro, lo cierro, lo guardo entre mis tesoros, pero sus palabras,
colmadas y livianas, se quedan acariciando mi alma: el modo
sentencioso y parco en que abuela Teresa expresa su benévola
lucidez; Indalecio abrazado a un árbol, salvado por el abrazo de su
padre y luego por el de Rosa; la mujer del mantón negro en la nieve;
la elaboración del jabón; la recogida de la aceituna; Ángela
Amores, cuyos ojos de color violeta vieron el mundo de otra manera;
María, la guapa en cinta; Dolores, la huérfana; Ana María, la niña
francesa que podía oler a mañana y escuchar el canto de los pájaros
despiertos; Tebas el resucitado; los ángeles custodios; los gerreros
de las noches bajo el cielo raso; las mujeres que habían dejado su
alegría en el rastrojo. La tapia. El abejorro. Las clavellinas. Los
velatorios. La calina. La flama. Las moscas. Las aldabas...
225
Señores, ¿ustedes también tienen prisa?
D.G
En este trabajo sin pretensión de
cátedra pero con intención de homenaje, he querido dejar testimonio
de mi lectura. Mi gozosa lectura de una poeta y narradora que
transcribe la melodía del pensamiento y alambica la esencia de la
emoción.
En la última página de El caracol dorado escribí íntimamente: Mi alma, en el caso de que exista, que leyéndote sí lo creo posible, te agradece estos pensamientos que ella no supo tener, aunque sí presentir. Gracias.
En la última página de El caracol dorado escribí íntimamente: Mi alma, en el caso de que exista, que leyéndote sí lo creo posible, te agradece estos pensamientos que ella no supo tener, aunque sí presentir. Gracias.
Bibliografía
comentada:
Voces detenidas. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2004
Correo interior. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2009
El caracol dorado. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2011 (Aforismos 169, 12, 185, 46, 475, 225)
Voces detenidas. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2004
Correo interior. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2009
El caracol dorado. Dionisia García. Renacimiento. Sevilla, 2011 (Aforismos 169, 12, 185, 46, 475, 225)
Señales.
Dionisia García. Renacimiento.
Sevilla, 2012
Su poema visual “Altos Hornos”, fue
elegido para participar en la exposición “Desacuerdos”, Museo de
Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), que tuvo lugar del 3 de
marzo al 29 de mayo de 2005.
Ángela Mallén (Alcolea del Río,Sevilla)es poeta y narradora. Licenciada en Psicología Clínica por
la Universidad de Valencia, con estudios de Pedagogía, Psicología
Social y Filología Alemana en Valencia, Austria y Euskadi. Ha sido profesora en la Universidad Johannes Kepler de Linz, Austria.
Actualmente vive en Vitoria-Gasteiz donde trabaja como profesora,
traductora e intérprete de alemán.
Premio Internacional de Poesía “Leonor
de Córdoba”, con Courier -Los trenes del sur- (Andrómina,
Córdoba 2003). Accesit con publicación en el XXXV Concurso Cuentos
“Hucha de Oro” con el relato Los leucocitos de Aurora y Rosalino.
Ha publicado también la novela Los caminos a Karyukai (Arte Activo, Vitoria
2005), y los libros de poesía Palabra de elefante (Arte Activo, Vitoria 2007), La
noche en una flor de baobab (Andrómina, Córdoba 2009. Prólogo de
Dionisia García) y Cielo lento (Arte Activo, Vitoria 2011. Prólogo
de Itziar Mínguez Arnáiz).
Miembro de la Asociación de Creadores
de Álava (Krelia.a y de la Asociación de Escritores Vascos
(AEV).
ÁGORA DIGITAL MAYO 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario