DOSSIER
DIONISIA
GARCÍA: SEÑALES DE UNA ESCRITURA POETICA LUMINOSA /13
MIRADA
DE AFORISTA
Los
aforismos de Dionisia García
______________
Por JOSÉ
ÁNGEL CILLERUELO
Cuando
me he detenido frente al estante donde guardo los libros de Dionisia
García, con la esperanza de que alguno de
ellos reclamara mi atención, entre un volumen más grueso, otro más
dorado y algunos más altos, curiosamente me he fijado en el más
bajo. En el de tamaño menor. Lo he sacado del estante, lo he abierto
al azar y he recordado que también era el que contenía, entre todos
sus títulos, los textos más breves de la autora. Sus aforismos. Es
el segundo volumen que publica con aforismos, tras Ideario
de otoño (1994). Esta condición menuda del
libro que me ha elegido para que me fije en él, sin embargo, pronto
me ha sugerido una metáfora con la que aumentar su importancia.
También los frutos, por grandes y jugosos que sean, tienen siempre
una parte mínima, necesaria para seguir naciendo. Las semillas.
¿Será El caracol dorado
(Renacimiento, Sevilla, 2011) el núcleo
seminal de la obra literaria de Dionisia García?, me he preguntado.
Y de pronto ha sabido de qué iba a hablar.
Entre
los elementos que conforman la poesía de Dionisia García, desde sus
orígenes, aparece una sensibilidad gnómica. A veces se manifiesta a
través de las preguntas retóricas, que actúan como figuras que
concentran la expresión: Un aire fresco me hizo preguntar: /
¿estará aquí la verdadera melodía? («Eheu, fugaces…»,
1976). En otras ocasiones introduce pequeños aforismos en el
interior de los poemas; por ejemplo, en «El hombre y el toro»
(1978) se lee el siguiente dístico: Un hombre enjaezado / acrece
su arrogancia. Lo cierto es que este tono gnómico, presente
desde el inicio de su obra, se ha ido acrecentando con el paso de los
títulos, y en el último, Señales (2012) es ya una
característica integrada en su poética. Léanse como ejemplo solo
dos versos; el último del primer poema (Para el ayer el llanto.),
que concentra el significado no solo del poema que cierra sino de
todo el libro que abre, y el primer verso del segundo poema (Nos
vigila el poema y nos redime.), que constituye en sí mismo casi
una poética. No resulta baladí, por lo tanto, vincular El
caracol dorado [2005-2011] con la obra poética de Dionisia
García, que en su conjunto ha integrado lo gnómico como un elemento
característico, y en este volumen lo ha desarrollado como género
literario: el aforismo.
Ambas
presencias de lo gnómico, como característica y como género,
suscitan una nueva cuestión: ¿en qué aspecto se relacionan o
potencian la poética de Dionisia García? Se ha utilizado con
frecuencia el término «experiencia» para definir algunos aspectos
de su generación. La controversia que durante décadas ha rodeado
este concepto aplicado a la poesía desvirtúa su uso. Sin embargo,
es necesario recurrir a él para comprender el crecimiento de lo
aforístico en la obra de la poeta.
Por «experiencia» la lengua
castellana señala dos significados que en cierto modo se oponen.
Tanto se puede denominar «experiencia» a un acontecimiento («Hecho
de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo», dice la RAE)
como a un conocimiento adquirido en el curso del tiempo («Práctica
prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo»,
según la RAE). En ocasiones se mezclan y confunden ambos sentidos, y
se trata como poesía de la experiencia aquella que relata hechos. La
experiencia de donde deviene el conocimiento es, claro, la que emana
de la segunda definición. Toda la poesía de Dionisia García está
escrita para obtener un conocimiento de la vida. Así se podría
enunciar el motivo nuclear de su actividad poética. Los hechos que
contienen los poemas, ya sean descripciones, pequeñas narraciones,
evocaciones, retratos, reflexiones…, son convocados para ser un
«mirador» de la vida, para construir un «refugio» y para
acompañar la «espera», tal como señala el cuarteto final de un
hermoso poema de amor, «El tiempo de una espiga»: Desde este
mirador que nos convoca, / seamos el refugio de todas las paradas: /
demos al beso el tiempo de una espiga, / y al silencio, la lumbre de
la espera. Esta triple condición donde ubica el amor y la poesía
—«mirador», «refugio» y «espera»— traza también las pautas
del conocimiento poético: su objetivo como observadora de la vida,
su valor como remedio, su conciencia como temporalidad. Y en este
proceso prende lo gnómico como el fruto del cumplimiento, la
obtención del conocimiento al que se dirige la propia experiencia
poética. Lo gnómico es al mismo tiempo compañía (apunte,
anotación…) y resultado (verso, aforismo…) del proceso de
conocer la vida a través de la poesía.
El caracol dorado distingue dos subgéneros. A
uno le denomina «Confidencias» [C], al otro «Artificios» [A]. La
distinción es extremadamente lúcida sobre su propósito. Unos
aforismos, las confidencias, acompañan el desarrollo del
pensamiento y por ello resultan formalmente más heterodoxos, a veces
son meras conjeturas, frases entrecortadas o preguntas (¿Qué
harían los artistas sin la melancolía? C-54). Otros aforismos,
los artificios, se ajustan al canon del género literario,
confirman un pensamiento y lo afirman con el carácter de sentencia
que la tradición exige (Quienes confunden tristeza con
melancolía, deberían investigar A-274).
El
alzado temático en detalle del conjunto de aforismos, un total de
722 entre las dos partes del volumen, resultaría prolijo en exceso.
El propio género tiende a no establecer límites temáticos en su
propia definición. No obstante se pueden trazar con cierta facilidad
las líneas argumentales principales. La primera la constituyen los
aforismos sobre la condición humana, y están presentes de manera
homogénea en ambas secciones. Constituyen este subconjunto temático
los textos que con mayor fidelidad interpretan las características
tradicionales del género, y al mismo tiempo permiten comprobar su
condición de conocimiento condensado a través de la experiencia
vital en el curso del tiempo. Por ejemplo, y en cada uno de los
subgéneros: Tener conciencia de nuestra ignorancia es un buen
comienzo y fin (C-106), o Quien acecha la vida de los otros
pierde la propia (A-368).
En
segundo lugar cabe señalar los textos sobre el juico de la sociedad
del presente, sus características, su organización o su devenir. A
veces este apartado se amplía en el tiempo hacia la historia, en
otras ocasiones se concentra en aspectos concretos, como puede ser el
uso del lenguaje o las particularidades de la sociedad literaria y
los poetas. Hay en este apartado temático una clara voluntad de
intervención, de inconformismo y de rebeldía ante las
imperfecciones de lo social. Como ejemplo citaré dos aforismos que
muestran su especial sensibilidad hacia la materia prima de su
condición de poeta, el lenguaje; el primero, una «confidencia»:
Observo la expresión «de que» en algunos escritores notables y
se me viene abajo el texto. Manías del oficio. (C-111); el
segundo, un aforismo con la rotundidad que da el cincel sobre el
mármol: La obviedad paraliza el lenguaje (A-385).
Un
tercer círculo temático está formado por los aforismos de carácter
personal. Unos son recuerdos. Entreverada entre los textos gnómicos
se puede leer una breve autobiografía de la autora. Hay también
múltiples aforismos sobre escritores, amigos, lecturas literarias o
gustos artísticos que forman parte de este capítulo, al que se
suman también sus reflexiones sobre ideas fundamentales, como la
tristeza, la belleza, el amor… y en especial el paso del tiempo y
la desaparición de un mundo. Hay pocos aforismos, sin embargo,
vinculados al ámbito familiar, pero cuando aparece alguno, su
lucidez deslumbra: El nacimiento de un hijo cambia nuestra manera
de ver el mundo (C-213).
JOSÉ
ÁNGEL CILLERUELO
(Barcelona,
1960) es escritor, traductor y crítico literario.
Su
obra poética ha sido reunida en los volúmenes El
don impuro
(Málaga, 1989) y Maleza
(Barcelona, 2010). Ha publicado también dos colecciones de poemas en
prosa, Galería
de charcos (Madrid,
2009) y Vitrina
de charcos (Zaragoza,
2011).
Su
obra narrativa consta de cuatro recopilaciones de relatos y cinco
novelas; las tres últimas: Al
oeste de Varsovia (IV
Premio Málaga de Novela,
2009),
Una
sombra en Pekín (Granada,
2011) y Ladridos
al amanecer (2011).
Mantiene
la bitácora El
visir de Abisinia
y otros blogs
de creación y crítica literaria (publicaciones como libro-blog.)
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