Ágora 1. Nueva colección

              ÁGORA
                          PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO
   Vol. 1. Nueva colección. Otoño-Invierno 2013

La revista se encuentra ya disponible en librerías y en la página de la librería virtual de Diego Marín:  www.diegomarin.com



DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA ESCRITURA POÉTICA LUMINOSA
                        SUMARIO
                            1ª Parte
6      TEXTOS DE DIONISIA GARCÍA
      7     Oficio de escribir. Selección de poemas. Nota biográfica. Bibliografía
                  Dibujos de Antonio Gómez

                            2ª Part
28    RETRATOS DE UNA ESCRITORA  
      28      Francisco Javier Díez de Revenga: La poesía de Dionisia García en el                     nuevo     siglo (2001-2012)   
      35      Ramón Crespo: Dionisia García: memoria y tiempo
       40 José María Álvarez: Homenaje a Dionisia García
       42 Ángeles Mora: Dionisia García en el fluir del tiempo
             46 Natalia Carbajosa: Dionisia García: entre el lenguaje y la memoria,
                    entre el clasicismo y la contemporaneidad
       50 Ángela Mallén: La experiencia de leer a Dionisia García
       55 Herme G. Donis: Como agua en el desierto
       59 Juana Castro: Dionisia García, antiguo y mate (A modo de semblanza)

36     EN TRADUCCIÓN
              62      Emilio Coco: Traducir a Dionisia García 

69     LAS PALABRAS LO SABEN
      69 Pedro García Montalvo: La lámpara de calamina (Homenaje a Dionisia García)

72  EL ENGAÑO DE LOS DÍAS
              72     Eloy Sánchez Rosillo: Un poema de Dionisia García
       76     Vicente Cervera Salinas: La broncínea estatua del Eremita: Dionisia                                            García visita a Miguel Espinosa

80      CORDIALMENTE SUYA. UNA ANTOLOGÍA
      80    Arturo Tendero: Cordialmente nuestra

82  SEÑALES            
      82    Juan Carlos Rodríguez: Señales para leer un libro titulado Señales
       87    Luis Bagué Quílez:  Dionisia García o el entusiasmo fiel (A propósito de              Señales)
      91   José María Balcells: Dionisia García o la ignorancia de los límites
                         
       94   Vanesa Pérez-Sauquillo: Celebración de Señales, de Dionisia García
       96   Fulgencio Martínez: Señales, un libro de poesía
      101  José María Piñeiro: Señales, de Dionisia García
           104  José Luis Martínez Valero: Juego peligroso
      108  José Luna Borge: Los regresos

110    AFORISMOS. EL CARACOL DORADO
     110   José Ángel Cilleruelo: Mirada de aforista. Los aforismos de Dionisia García     114   Antonio Gómez Ribelles: Pintura. Serie El caracol dorado.
            118   Fulgencio Martínez / Andrés Acedo: La sobriedad interiorizada /
                Pensamientos útiles del caracol dorado
      126   Concha García: El caracol dorado

129  OBRA NARRATIVA
       129  Ana Cárceles Alemán: Imaginaciones y olvidos. Relatos
       133   Caty García Cerdán: El origen

139   TIEMPOS DEL CANTAR. CARTA Y POEMAS A DIONISIA       
       139    Clara Janés: Acaso lluvia
      140   Soren Peñalver: Nostalgia de Alendero
      142   David Pujante: Otro verano de los pequeños dones
      144   Aurora Saura: La voz serena
      145   Concha García: Días que al abrirse paso...
      146   Ginés Aniorte: La ciudad de la luz
              148    José Luis Zerón Huguet: Para Dionisia García
       150   Juana J. Marín Saura: Búsqueda
            151   Antonio Marín Albalate: Inequívocas señales
      152   Ángel Paniagua: María la del "Chorli" (Leyendo Señales)
      154   María Teresa Cervantes: Carta a Dionisia García

                      3ª Parte

157  TIEMPOS DE MISERIA Y TIEMPOS DEL CANTAR
             157   Andrés García Cerdán: La palabra cumplida de Dionisia García

165  ENSAYO DE DIONISIA GARCÍA
     165   Dionisia García: Anna Ajmática. Poesía y destino
             174   Анна Ахматова: LLegué a visitar al poeta

175            Autores: Nota bioliteraria de los colaboradores  









                        AVANCE  
SELECCIÓN DE CONTENIDOS


                          dossier 1
DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA ESCRITURA POÉTICA LUMINOSA

 
DOSSIER. DIONISIA GARCÍA: SEÑALES DE UNA ESCRITURA POÉTICA LUMINOSA/ 1/ FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA

"Incluso a oscuras, la poesía de Dionisia García es toda claridad."
 

 

La poesía de Dionisia García en el nuevo siglo

(2001-2012)

 

por Francisco Javier Díez de Revenga
Universidad de Murcia 

 
El nuevo siglo sorprende a Dionisia García en su labor constante e irrenunciable de excelente creadora de la mejor poesía, una poesía de la luz, de la claridad, como lo ha venido siendo en su ya dilatada trayectoria de excelente escritora. Incluso a oscuras, la poesía de Dionisia García es toda claridad. Un libro suyo, publicado en una preciosa edición bilingüe en Italia, se titula Anche se al buio (Aun a oscuras) (traducción al italiano de Emilio Coco, Bari, Levante Editori, Quaderni della Valle, 2001). Se trata de veinte poemas rigurosamente inéditos y escritos para esta edición, cuyo destino final ha sido poder leerlos también en italiano. Y con ellos se incorpora nuestra poeta al nuevo siglo mostrando no solo su la vigencia de su laboriosa actividad literaria sino la alta calidad de su inconfundible palabra poética.
 
Es interesante, cuando de una autora de tanta calidad como Dionisia García se trata, ante un nuevo libro, plantearse objetivamente cuáles son las novedades respecto a su trayectoria anterior, tan seria como impecable. Y también cuáles son las permanencias, aquellos elementos que mantienen el fuego de la poesía con el mismo vigor, con similar poder de seducción. Naturalmente, como no podía ser de otra forma, Dionisia García aporta en este libro avances sustanciales respecto a su mundo poético anterior, que no han de pasar inadvertidos al lector atento. Desde luego, el más importante es el estrictamente temático. La presencia del mundo, de nuestro mundo, el paso de los días, los paisajes amables, escenarios y ambientes vitales, en los que nuestra vida transcurre, están sometidos a ley severa: el tiempo los transforma y destruye y la muerte los acoge inexorable, como recibe a los humanos que los habitamos. Trascendencia, superación de estos límites es lo que Dionisia propone para su lector (y, lógicamente, para ella misma) basándose en un destino final, misterioso, secreto, pero seguro. Preguntas sin respuesta, indagaciones sin resultado no han de hacer desfallecer al alma que transita valles y caminos en busca del amado, definitivo y fiel, siempre esperando, siempre acogiendo.

Instaura Dionisia García ahora en su poesía una función consoladora, como lo son esos ambientes que ella frecuenta en este libro (el interior de un templo, un momento de siesta, un campo lleno de vides, una soleada mañana). En dos ocasiones manifiesta la escritora encontrarse bien, como en monte Tabor, dispuesta a construir esas tres tiendas que jamás se llegaron a levantar. Por medio de una palabra muy eficaz y seductora, el lector también llega a encontrarse bien en algunos momentos, aunque en otros se ve implicado en las preguntas sin respuesta, en las investigaciones sin resultado. Pero, por encima de todo, está creer, creer en la palabra y en el contenido de esa palabra: misión difícil, por no decir imposible, cuando de la palabra están construidos los propios poemas. Aun a oscuras, también a oscuras, incluso sin luz, la poesía de Dionisia posee la claridad que le aporta su propio mundo poético, sus paisajes, sus estancias luminosas, el campo, la luz sobre el monte, el sol sobre la viña, que no compensa, sin embargo, la falta de esa luz que aún permanece oculta.

El lector advertirá, entonces, qué es lo que permanece del mundo poético anterior en este nuevo libro de nuestra autora: el agudo sentimiento del paso del tiempo y el canto elegíaco de la pérdida de lo que antes tuvimos y hoy no poseemos, porque el transcurso de los días todo lo cambia y destruye. La búsqueda de la paz, por encima de los trabajos y los días, el refugio en la memoria de tiempos que fueron más felices y que el olvido, sin embargo, no ha conseguido destruir. Tiempo, como herida, y memoria como consuelo, en esta palabra nueva de Dionisia se concentran para lograr una efectividad poética indiscutible.

Y permanece también la andadura suave de su verso libre, enriquecido con frecuencias en el endecasílabo y en el heptasílabo, la naturalidad de la expresión, la andadura armonizada de las estructuras versales perfectamente adecuadas a las frases elegantes y sobrias. Permanece también el esplendor de una brillante naturaleza mediterránea, suministrada con decoro y con medida. Pero todo se transforma ante las nuevas inquietudes, ante las interrogaciones, ante las promesas, y sobre todo. ante la esperanza de algún día desvelar lo oculto, ya en la otra orilla.

La trayectoria poética de Dionisia García alcanza en su siguiente libro, ya de 2006 (Barcelona, Tusquets, Nuevos Textos Sagrados), El engaño de los días, una intensa renovación, aunque
permanecen muchos de los rasgos que han caracterizado sus preocupaciones poéticas y su estilo. Dionisia García es ante todo una inteligente indagadora del mundo real, del entorno físico, pero también vive su poesía bajo la poderosa presión del acontecer metafísico del tiempo, de su imparable transcurrir, mientras el mundo contemporáneo angustia con sus crueldades y errores. Virtudes humanas del vivir cotidiano, pero también sentido de la trascendencia de la vida, de la inquietud ante la muerte, de la serenidad de haber sabido vivir lo contemplado, retenido en la memoria, aceptación final del existir sentenciado y finito.

Adviértese en esta última entrega poética de Dionisia García un acendrado senequismo, una visión rigurosa de una realidad aceptada disfrutando de lo que hay que disfrutar, gozando del instante que surge con su belleza y envuelve nuestra existencia y la reverdece, pero también siendo consciente de hay enemigos que quiebran la armonía y que deben ser denunciados. Dionisia García canta los mejores días, que son aquellos en los que el ánimo, libre de todo cuidado, emprende gozosamente los trabajos, y encuentra placer en los quehaceres predilectos, entre ellos el acto indeleble e irrepetible de crear el poema, mientras que el espíritu se eleva para contemplar la naturaleza. Las tierras que nos rodean, las calles de la ciudad que habitamos, el mar siempre cambiante y seductor con su profundidad, su belleza y su misterio, el cielo y los espacios que nos dejan ver la lejanía, llena de asombros, el soplo del viento, lo destemplado del invierno, la ansiedad de la primavera y el inmenso sol de agosto. Y junto a ello, una especial ascensión hacia lo más trascendente, la confianza en un destino final, eterno sobre el tiempo entre lo que fue y de lo que será en todos los siglos.

Senequismo militante culminado en el espléndido poema “Mater optima”, que confirma la devoción hacia nuestro más genuino clásico y determina desde el centro mismo del libro el desarrollo de las tres partes en que Dionisia ha divido su poemario: “Frente al invierno”, “La cierta referencia” y “A pesar de las ruinas”. Si en la primera de estas secciones reúne evocaciones de un pasado revivido en la memoria y por la palabra poética, en la segunda acude al presente, a los que conviven los días y los trabajos, para centrar en la tercera la reflexión del destino, con trascendentes evocaciones del mundo presente, de la realidad y de la aventura del vivir diario (mercaderes y especuladores, crimen y guerra bien presentes, como en el Jorge Guillén de la madurez y la senectud), para concluir en un sorprendente epílogo, que, por encima de todo, merecen vivirse los días desde esta atalaya privilegiada que sólo el tiempo permite, en espera de un sereno y resignado final, apreciado otra vez de forma senequista, altiva y dignamente aceptado. Porque, querámoslo o no, este mundo humano no está bien hecho, como enérgicamente cantó el poeta de “Cántico” y “Clamor”.

Interesan los instrumentos de que se ha valido en esta ocasión Dionisia para crear este mundo poético tan rico y, en muchas ocasiones, complejo. En primer lugar ha logrado un clasicismo en la expresión envidiable, marcado por la serenidad de un estilo natural, de una expresión verbal muy rica y variada. Cada palabra, cada verso llevan consigo la precisión que impregna la andadura rítmica de una elegancia natural, renacentista, clásica, a la que contribuye una sólida tradición literaria: descubrimos en el libro, con gran gozo del lector exigente, dulces prendas, ruinas (“superbi colli”), “ubi sunt”, edad de oro, “hortus conclusus”, “locus amoenus”, consolación de la filosofía y de la poesía, noche de San Juan, “carpe diem”, aventura del relevo, “siste viator”, entre Lucrecio y el ya citado Séneca, mientras se canta la amistad y se ensalzan los valores de la senectud, como si el mismísimo Cicerón anduviese entre tantos versos acordados con sentimiento y verdad, mientras el abuso de los poderosos, la agresión y la violencia, el maltrato de los más débiles, el crimen, la guerra y la muerte se hace presentes ante el oscuro mal de soledad y vacío.

Como Jorge Manrique, Dionisia proclama un claro y decidido “no se engañe nadie, no”, evocado precisamente en el título del libro. La vida es como es, pero ha merecido la pena, aun así, vivirla. Poesía comprometida con nuestro mundo y nuestro tiempo, poesía de denuncia y de protesta, que avanza sobre el universo poético habitual creando conciencia, inquietando al lector y comprometiéndolo con nuestro presente, vivo y real, en un libro que habrá de constituir referencia obligada, mientras se sufre el engaño de los días.

En 2007 Dionisia García publica El árbol (L’albero) (traducción al italiano de Emilio Coco, Bari, Levante Editori, I Quaderni di Abanico) en edición bilingüe español-italiano, un poemario familiar y entrañable, en el que Dionisia reúne una serie de composiciones que se encuadran en lo más íntimo de su existencia cotidiana: la familia. Está bien que un libro así se haya publicado precisamente en Italia, país de tradiciones severas entre las que la familia, casi tal como la entendemos aún los españoles, es tan importante.

Pero estos poemas de Dionisia García tienen además una más intrínseca significación metafísica. El libro se titula El árbol y en su primer poema se define cuál es el sentido real de ese árbol, sin duda el árbol genealógico, el árbol de la ciencia personal que unos seres plantan un día, y del que van naciendo ramas, y de esas ramas otras ramas, hasta construir la frondosa realidad que se contempla en el atardecer junto al mar. Las ramas surgen sobre el tiempo mientras cuatro generaciones diferentes llegan a compartir una existencia común. Y los lazos que unen estas ramas no son sino el amor, la entrega, el respeto, la convivencia que enriquecen la savia e un árbol ya mítico, convertido en auténtico monumento de entrañable humanidad.

Están presentes en este libro de poemas, admirablemente editado, al cuidado de Lucia y Emilio Coco, e ilustrado en la portada con un hermoso dibujo de José Luis Martínez Valero, algunos motivos literarios profundamente enraizados en la poética de Dionisia García, como lo son la contemplación del tiempo que trascurre y el canto de las cosas que van desapareciendo, porque en ellos, tiempo y cosas, está la vida misma en su imparable fluir, con sus habitaciones vacías, con las partidas hacia viajes quizá de retorno inseguro; los trabajos y los días, que se buen compensados, de una forma total, plena, con la visión de este árbol de raíces profundas que, con el tiempo, se van fortaleciendo con nuevas ramas, de las que surgen criaturas entrañables, contempladas con el arrobo del amor familiar, pero sentidas como una prolongación metafísica de la propia existencia.

Y está presente también, en toda su lucidez, el estilo elegante, los versos bien acompasados, los elegantes endecasílabos que este libro aporta con generosidad sin límites, mientras el leguaje descargado de artificios fluye con la naturalidad a la que la escritora nos tiene gozosamente habituados con su nunca abdicado buen decir, con un estilo noble y sereno.

Nos hallamos, por tanto, ante una poesía de alta espiritualidad, desarrollada en el ámbito del amor familiar, de la realidad doméstica, pero entusiasmada ante la riqueza de la humana naturaleza capaz de renovarse incesantemente, como es mítico árbol al que vemos crecer a lo largo del libro, con su alto ropaje y con su abundancia, orgulloso, mostrando su pasado entre las hojas y ofreciendo la verdad de unos rostros y de unos nombres. Así nos lo dice el primer poema del libro, “Comienzo”, un poema iniciático y programatorio, en el que, con autenticidad, se avisa de lo que vendrá después: rostros y nombres, sensaciones entrañables y pasión por la vida, contemplación del progreso humano y la naturaleza llena de sustancia, de existencia.

Este poema alfa abre el libro mostrándonos ese nuevo mundo de la celebración como una realidad gozosa. Celebraciones y gozos, pero también nostalgias y habitaciones vacías. Y el poema omega, el que cierra el volumen, nos muestra a un “mal viajero” buscando sus raíces en Malta, la no menos mítica isla mediterránea, cuna de caballeros y refugio de corsarios, en la que hay raíces entrañables que son evocadas al lector con la serena contemplación de quien besa una tierra como el que besa sus propias raíces, en esa “Búsqueda de unas huellas”, urgente y abnegada para quien, peregrino sufrido, llega a al tierra de sus orígenes y se entusiasma con unción, mientras ve en San Giovanni un Caravaggio. Más no puede pedir el mal viajero. Y más no se puede decir para cerrar este libro de viajes y regresos, de encuentros entusiastas y de separaciones tristes, de recuerdos de los que ya no están, de vivencias personales que se universalizan porque entrañan sentimientos de todos y hacen al lector sentir de cerca la pasión por la vida, que es lo que, sin duda, sigue distinguiendo la poética de Dionisia García, ahora de una forma aún más declarada, aún más clara. Un poema “In vino veritas”, definirá bien el sentido vivo de la celebración, y de la elegía al mismo tiempo, que supone la vida y, en este caso con tono de anacreóntica, que define a todo el poemario.

Un buen libro este de Dionisia García que se une a su ya sólida trayectoria reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras regionales y nacionales, y a la que una selecta crítica no hace sino valorar y elogiar como una de las palabras poéticas más originales de la poesía de entresiglos.


Tras seis años de silencio poético, Dionisia García publica, en 2012 (Sevilla, Renacimiento, La Calle del Aire), Señales, su duodécimo libro de poemas, en el que confirma la inteligencia y calidad de su ya nutrida trayectoria poética. Y, de nuevo, como ha ocurrido con sus libros anteriores, hay que advertir que, aun siendo muy fiel a sí misma, a su inconfundible sello personal, a su peculiar estilo, incorpora interesantes novedades de contenido muy intenso, por lo que podemos decir que su lírica se renueva y se regenera en este Señales, de tan enigmático título. Aunque hay que asegurar que, tras lectura entretenida, el tal título se descifra, y queda, como escribiera Salinas, «todo más claro». Las señales son los signos y los avisos que nos informan de que algo puede suceder o acontecer en un futuro inmediato.

Recuperamos en esta nueva entrega poética a la autora comprometida con la vida y con el mundo contemporáneo, con la vida que es posible evocar entre dichas y gozos, y con el mundo de hoy, tan detestable y censurable. Porque, en esta ocasión, Dionisia profundiza en una poesía moral, en una literatura ética, que ya se anuncia en el poema obertura o prólogo que abre la sólida estructura del libro, y que afirma la inutilidad de la tristeza. Es el poema de la celebración de la vida, que supera el dolor, la tristeza y el llanto, en la naturaleza floreciente y hermosa, en el amor y en la convivencia con los demás. Es prólogo, en efecto, este poema de un libro muy sabiamente construido, ya que, tras él, los cuarenta y ocho poemas siguientes se ordenan en dos secciones de veinticuatro: la primera, titulada con admirable y muy significativo oxímoron, Sinfonías quebradas. La segunda, titulada no menos reveladoramente Archivo inédito. Un último poema, situado en epílogo, completa las cincuenta composiciones del libro, sabiamente ordenado.

En la primera parte domina la ética de la palabra, y se abre la sección con un poema metapoético, en el que la poesía redime y muestra su condición de duradera, como una especie de legado que perdura. Por lo menos es lo que ella desea, en un contexto en el que no hay contrarios que aflijan. Pero, enseguida, como había hecho en libros anteriores, se suceden las visiones censuradas de la realidad circundante y no sólo se evocan los sinsabores, los enemigos de siempre, que diría Jorge Guillén, sino que se denuncian y censuran injusticias y atropellos. Y vuelven a aparecer motivos de alta clasicidad, las lacrimae rerum del gran Virgilio o el angustiado ubi sunt. Y, del mismo modo, se sucede la denuncia del exterminio, como en el poema “Los zapatos”, con Auschwitz como escenario; o el poema “Cercos”, donde se delata el mundo cercado, el mundo de impedimentos, prohibiciones y fronteras y de alambres de espinos; o, desde una vertiente de renovada poesía social, en estampa rural neorrealista, se denuncia el injusto trabajo de unos aceituneros desamparados en un frío invierno, en “Primer trabajo”. Y cuando la injustica es muy grande, permanece el consuelo de que “de su pasar no quedará memoria / ni tampoco vestigio de estos versos”.

En la segunda parte, Dionisia, en la misma línea de recuperación del tiempo y del gozo de la naturaleza, rescata materiales de archivo que han permanecido inéditos, como parece sugerir el título de este segundo sector, nutrido por el paso del tiempo y la memoria. Aunque aquí, los que dominan son los seres que comparecen y que, antes que nosotros, en el mundo estuvieron, aquellos por los que la escritora se pregunta, desde el maestro Horacio, tan ético, tan clásico, tan censor, hasta criaturas que escribieron y que dieron su vida en sacrificio mientras sus versos permanecen indelebles entre nosotros: Osip Maldelstam, que murió cautivo en la fría Rusia de Stalin; o Walter Benjamin, que perdió su vida en un otoño español de posguerra, en Port Bou, cuando huía de los nazis; o el joven Serguei Esenin y la inolvidable Sylvia Plath, cuyos suicidios segaron vidas creadoras que ahora viven en la leyenda. Y, por qué no, García Lorca, evocado en su “trayecto amargo”, que mantiene viva la llama de su fuerza poética, mientras en otro poema oímos la inolvidable voz de Édith Piaf

Un poema, titulado “La misma melodía” nos da la clave de estas Señales: el mar sigue batiendo la orilla, siempre el mismo, siempre distinto, sin que podamos entender por qué, triunfando sobre el tiempo, que también tiene en este libro estancias para recordar. En definitiva, una excelente nueva entrega poética, que confirma la calidad y la nobleza de una escritora singular.


                     Francisco Javier Díez de Revenga es catedrático de Literatura española en la Universidad de Murcia. Miembro de la Real Academia sevillana de las Buenas Letras.

                       ÁGORA DIGITAL MAYO 2013

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