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jueves, 14 de septiembre de 2017
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domingo, 12 de febrero de 2017
"La apuesta", de Dionisia García. Una lectura de Ángela Mallén. Revista Ágora digital-Ágora-Papeles de Arte Gramático
“La apuesta”, de Dionisia García
-Una lectura de Ángela Mallén-
(LA APUESTA, Dionisia García. XXX Premio de Poesía Barcarola
Nausícaä .
Colección La Rosa Profunda. Albacete 2016. 66 páginas. 12€)
![]() |
DIONISIA GARCÍA |
“LLevar
la oscuridad dentro del pecho / despierta la pasión por lo ignorado”.
Con estos versos pensativos abre su nuevo poemario la poeta Dionisia García. Y
recuerda con ellos la divisa de los antiguos alquímicos: *Obscurum per obscurius, innotum per ignotius, que Marguerite Yourcenar utilizó como epígrafe en la
segunda parte de su novela Opus Nigrum.
Así como M. Yourcenar hace que su protagonista, Zenón, sufra los avatares del
siglo dieciséis desde la búsqueda de una ascética del conocimiento; Dionisia
García nos plantea también, con su profundidad lírica, una apuesta
emocionante y arriesgada: el recorrido intelectivo y anímico desde la sombra
hasta la claridad. Ya en el preludio, nos entrega la poeta las claves para
interpretar su poemario: apelar, siempre esperanzados, a los sentidos atentos,
al vivir generoso y a la experimentación tenaz (“Quizá sea una forma de conciencia / mirar cuanto nos cerca, con luz
pródiga, / y encontrar el reflejo del ansiado destino”). Pero no es hasta
los últimos versos del último poema, cuando se nos desvela la clave final: sólo
en libertad es posible la búsqueda, tanto en la vida como en la eternidad: “Si libertad yo alcanzo, seguiría la
búsqueda. De Ti no me despido”.
Alcanzar, abrir, ser, caminar, mutar, crecer, arar, insistir, esperar, despertar, agradecer, ver, apostar, indagar, confiar, comunicar, avivar, compartir, volar, recordar, aclarar, buscar, fundar, alcanzar... Si reunimos las acciones que recorren estas páginas, vemos que todas ellas son coherentes con una propuesta hacia la luminosidad y la trascendencia. Un propósito creyente, una confianza.
Y es que el aparato sensorial de la poeta Dionisia García se rige según una legislación tan armónica y crea un microcosmos tan ordenado, preciso y pulcro que, si el lector entra en sintonía con su poesía, el tiempo del mundo y la experiencia de vivir cobran un placentero significado que se mece en los sentidos. Su voz que crece en nosotros como la hierba en la orilla de un río: “Varear la corteza para que esponje el limo, /a su debido tiempo, porque la tierra sabe, / y vendrá el sembrador, con su mano granada, / mirando cada surco. Y se abrirán las nubes, / las madres de la lluvia, para que todo sea”.
Todo su poemario se lee a ritmo lento, de caminante contemplativo y reflexivo. Versos alejandrinos, de discurso sosegado, que nos permiten respirar en sus hemistiquios. Pero también heptasílabos o endecasílabos rumorosos, apacibles. La voz de Dionisia García, dorada y madura como los cereales de una conciencia fértil, nos va desmenuzando, desbrozando el camino, en un susurro y en un canto que nos alerta ante la belleza. “Detente instante / en este vaso ancho / que alberga las anémonas…. Que mi pasar no quede, / pero sí la belleza de las cosas”.
Diríase que hay empeño en la palabra poética cuando ésta se alía con la luminosidad para evidenciar lo ensombrecido, y con la sonoridad para alegrar lo silente, y con la ligereza para elevarse sobre la pesadumbre de las cosas. “Asómate a las aves, al mundo de los astros. / Nadie pudo abarcar tanto prodigio. / del festín de las flores, ¿quién ha llegado al límite? / No dejemos atrás a los insectos con su armonía dulce, / ni árboles como hombres, que al mirarlos te miran”.
Diríase que hay tesón en la palabra poética cuando ésta se elige en función de su hondura por la necesidad de expresar un pensamiento que fluye de la serenidad. “Fíate de esa luz intermitente. / La lucha es el portal del vencimiento. / Solo la plenitud será posible / si nosotros queremos que amanezca”.
Diríase que hay riesgo, cuando se deposita esa palabra sobre la experiencia pura para añadirle a ésta un significado que la acerca a aquello que sea lo primigenio y lo transcendente. “En mi vida de ahora busco con decisión, / más todo está vallado, intransitable / como si no existiera quien estuvo… El hombre solo acepta lo posible, / cuando su mente acoge y ven sus ojos. / Alguien fundó la luz, el firmamento, / y sabe por qué quiso la espera confiada”.
Diríase que hay empeño, tesón y riesgo. Pero, sobre todo, diríase que hay compromiso en la palabra que escribe y convoca Dionisia García. Por eso, por todo eso, la suya es la palabra que apuesta por la vida y también por su trascendencia.
Alcanzar, abrir, ser, caminar, mutar, crecer, arar, insistir, esperar, despertar, agradecer, ver, apostar, indagar, confiar, comunicar, avivar, compartir, volar, recordar, aclarar, buscar, fundar, alcanzar... Si reunimos las acciones que recorren estas páginas, vemos que todas ellas son coherentes con una propuesta hacia la luminosidad y la trascendencia. Un propósito creyente, una confianza.
Y es que el aparato sensorial de la poeta Dionisia García se rige según una legislación tan armónica y crea un microcosmos tan ordenado, preciso y pulcro que, si el lector entra en sintonía con su poesía, el tiempo del mundo y la experiencia de vivir cobran un placentero significado que se mece en los sentidos. Su voz que crece en nosotros como la hierba en la orilla de un río: “Varear la corteza para que esponje el limo, /a su debido tiempo, porque la tierra sabe, / y vendrá el sembrador, con su mano granada, / mirando cada surco. Y se abrirán las nubes, / las madres de la lluvia, para que todo sea”.
Todo su poemario se lee a ritmo lento, de caminante contemplativo y reflexivo. Versos alejandrinos, de discurso sosegado, que nos permiten respirar en sus hemistiquios. Pero también heptasílabos o endecasílabos rumorosos, apacibles. La voz de Dionisia García, dorada y madura como los cereales de una conciencia fértil, nos va desmenuzando, desbrozando el camino, en un susurro y en un canto que nos alerta ante la belleza. “Detente instante / en este vaso ancho / que alberga las anémonas…. Que mi pasar no quede, / pero sí la belleza de las cosas”.
Diríase que hay empeño en la palabra poética cuando ésta se alía con la luminosidad para evidenciar lo ensombrecido, y con la sonoridad para alegrar lo silente, y con la ligereza para elevarse sobre la pesadumbre de las cosas. “Asómate a las aves, al mundo de los astros. / Nadie pudo abarcar tanto prodigio. / del festín de las flores, ¿quién ha llegado al límite? / No dejemos atrás a los insectos con su armonía dulce, / ni árboles como hombres, que al mirarlos te miran”.
Diríase que hay tesón en la palabra poética cuando ésta se elige en función de su hondura por la necesidad de expresar un pensamiento que fluye de la serenidad. “Fíate de esa luz intermitente. / La lucha es el portal del vencimiento. / Solo la plenitud será posible / si nosotros queremos que amanezca”.
Diríase que hay riesgo, cuando se deposita esa palabra sobre la experiencia pura para añadirle a ésta un significado que la acerca a aquello que sea lo primigenio y lo transcendente. “En mi vida de ahora busco con decisión, / más todo está vallado, intransitable / como si no existiera quien estuvo… El hombre solo acepta lo posible, / cuando su mente acoge y ven sus ojos. / Alguien fundó la luz, el firmamento, / y sabe por qué quiso la espera confiada”.
Diríase que hay empeño, tesón y riesgo. Pero, sobre todo, diríase que hay compromiso en la palabra que escribe y convoca Dionisia García. Por eso, por todo eso, la suya es la palabra que apuesta por la vida y también por su trascendencia.
“Reales son los trigos del verano,
los pájaros que pican el fruto de la higuera;
la mirada precisa del amor…
Apostar es la fuerza, el inocente impulso
que ilumina esa estancia de paciencias,
un refugio mayor que nos redime,
y ayuda a caminar entre consuelos”.
Queda, pues, bien logrado el propósito de la poeta en este poemario orientador y alquímico, en el que la luz, ese espectro de partículas elementales, nace dentro de sus páginas e ilumina nuestro camino.
Enhorabuena a Dionisia García por “La apuesta” y por su merecido premio.
los pájaros que pican el fruto de la higuera;
la mirada precisa del amor…
Apostar es la fuerza, el inocente impulso
que ilumina esa estancia de paciencias,
un refugio mayor que nos redime,
y ayuda a caminar entre consuelos”.
Queda, pues, bien logrado el propósito de la poeta en este poemario orientador y alquímico, en el que la luz, ese espectro de partículas elementales, nace dentro de sus páginas e ilumina nuestro camino.
Enhorabuena a Dionisia García por “La apuesta” y por su merecido premio.
*A
lo oscuro por lo más oscuro; a lo desconocido, por lo más desconocido
ÁNGELA MALLÉN
REVISTA ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO FEBRERO 2017
martes, 17 de enero de 2017
Por una semiosis poética. Recensión del libro "El hacha de plata" de Miguel Veyrat. Por Anna Rossell
POR UNA SEMIOSIS POÉTICA
Miguel Veyrat, El hacha de
plata
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2016,
149 págs.
La poesía de Miguel Veyrat
(*Valencia, 1938) escapa a cualquier definición; la rehúye. Es precisamente esta
esencial intención lo que mueve a su autor a su insurrecta escritura. No por
capricho estético o lúdico-experimental, sino por una radical voluntad de
indagar, de arrancar sentido (nuevo) al sistema de signos de que nos valemos
para comunicarnos. Veyrat –de espíritu ilustrado y semiólogo- manifiesta su
insaciable sed de conocimiento explorando el lenguaje más allá de sus límites. Inconformista
e iconoclasta, hace de la heterodoxia su herramienta más útil para rastrear
nuevas posibilidades significativas y construir una compleja y rica semiosis, que
la voz poética reivindica para conferir al ser humano la genuina cualidad de
ser:
Creyó entonces que creía en la
li/bertad de violar el sistema/de la propia lengua. Y envolverse/con ella en la
red amarilla/de la locura. Deber innato de todo/intérprete de todo escriba/en
su quietismo estético de una/muerte en vida donde creía/ser ala y –en efecto,
no era nadie. (Tocados del ala).
![]() |
Miguel Veyrat |
Veyrat no se limita a lo
lingüístico; su semiótico proceso de escritura, reclama una libertad que lo
trasciende, incorporando a su lenguaje una tupida red culturalmente connotativa,
que, en progresión geométrica, lo hace exponencialmente fértil. La potencia
expresiva y comunicativa de su poesía es por ello inconmensurable; adentrarse
en su lectura, un reto y un placer intelectual. Poseedor de una vastísima
cultura y paladín acérrimo de una escritura auténtica, el autor teje un denso
universo semiótico que exige al lector exquisita atención y estar a la altura. No
resulta fácil. Consciente de ello, Veyrat acompaña su poemario de un aparato de
Notas Prescindibles & Alcabala de
Deudas que, cada lector se verá impelido a completar, en función de su
propio acervo de conocimientos.
Forma y fondo están en la poesía
de Veyrat estrechamente fundidos al servicio del nuevo lenguaje: el poeta gusta
de todo tipo de encabalgamiento, del uso heterodoxo de los signos de puntuación
–o de su ausencia-, algún acento donde la ortodoxia no lo permite (o su falta
donde lo exige), y entreteje en sus versos, ora parafraseando, ora aludiendo a
ellos de modo subyacente, a un innumerable elenco de referentes: Esquilo,
Séneca, Verlaine, Rimbaud, T. S. Eliot, Valdés Leal, Shakespeare, Heidegger,
Merleau-Ponty y W. Stevens, Heráclito, A. Machado, Pessoa, Cernuda, Petrarca, Gonzalo
de Berceo, V. O. Mateus, Léon Deubel, exponentes de la mitología griega o John
Cage y el conjunto rapero estadounidense Rage
against the machine… -son una pequeña muestra de una relación interminable-.
Con todos ellos Veyrat urde una red que no se agota en lo intertextual sino que
incorpora lo intercultural en el sentido más amplio:
[…] ¿Pero quién será/ese intervalo que hay
entre yo y mi?/Paso horas en desclasificar lo infinitamente/ya clasificado,
clasificables descono/cidos entre los intersticios del conocimiento. (El intervalo).
[…] Allá/donde la cuerda permanece/cortada
tras el límite de la conciencia/
Allá donde vidieron palombiellas essir de
so/la mar más blancas que las nieves/
contral cielo volar Allá donde/la sombra de
la sintaxis morfológica/nunca las pudiera alcanzar Allá en donde son/[…]. (Se embebe la
sombra mía).
Y dijo el mirlo antes de escuchar el
disparo/que el silencio no era sino el caos/
en reposo. Y la música/con la poesía y otros
dioses solamente sus/metáforas. Que la muerte nunca es/la verdadera
iniciación/[…]. (Cage against the machine version (Fake blood’s Needle drop mix)).
Los nombres mencionados (y faltan
tantos otros…) nos dan una ligera idea de los temas que aborda la voz poética,
incansable filósofo: la percepción del tiempo y su huella, la muerte, la identidad,
el caos, la belleza y la dimensión significativa del silencio. Y,
contrariamente a lo que lo dicho pudiera dar a entender, la poesía de Veyrat no
apela únicamente al intelecto, sino a lo irracional, y da poemas de
extraordinaria belleza:
Ánima como el viento rojo/de los
druidas,/daimon como el viento/de la libre palabra/
—el fuego prometeico/que ya rompe,/de la
médula mana/como del fuego interior/que avanza/desesperada hasta el sol/y
tiende el arco/de la vida por su centro,/como viento/
rojo a sus raíces —la
poesía. (Rectificando Invenies).
Un poeta indispensable.
© Anna Rossell
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Miguel Veyrat,
Revista Ágora digital enero 2017
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